Asia

París

Un rincón japonés en El Prado

Un rincón japonés en El Prado
Un rincón japonés en El Pradolarazon

Aunque Marco Polo fue durante siglos el descubridor oficial de Cipango para la literatura occidental –los grandes palacios hechos de oro que describió se encontraban en realidad en China–, Japón y Europa no se conocieron hasta bien entrado el XVI. Las misiones católicas en Asia, entre ellas la del jesuita español Francisco Javier, propiciaron el feliz hallazgo. Esta aproximación, al margen de que dos delegaciones culturales niponas llegaran poco después a suelo español e italiano, quedó interrumpida abruptamente durante dos siglos. Sólo cuando la isla volvió a abrir sus puertos en 1854 se retomó el intercambio. Lo haría para no volver a detenerse y con la fascinación absoluta del viejo continente hacia el arte japonés como resultado. Nacía así el japonismo, al que la Obra Social de la Caixa le ha dedicado la primera exposición que se celebra en España en torno a la evolución de este movimiento, y que llega, tras su arranque en Barcelona, a Caixa Forum, en donde permanecerá hasta el 16 de febrero.

El trabajo de investigación que ha permitido la organización de esta muestra se centra en cómo los artistas europeos se fijan en lo que se hacía en Japón desde la segunda mitad del siglo XIX. Esta huella resultaría decisiva posteriormente en algunos de los nombres clave del impresionismo, el simbolismo o las vanguardias. La colección reúne más de 180 obras procedentes de varios museos, aunque fundamentalmente de los fondos de coleccionistas privados –algunos, como Josep Mansana, llegaron a contar con 3.200 objetos–, lo que explica que algunas de las piezas no hayan sido expuestas al público hasta ahora.

Para entender la llegada del japonismo a España, es fundamental la fifura de MarianoFortuny, que además de incorporar algunas de las propuestas de artistas orientales, abrió su propia colección japonesa. Decisivo resultó también, en las décadas de 1870 y 1880, que la mayoría de artistas españoles establecidos en París, o de paso por esa ciudad, se acercaran, algunos de forma superficial, al japonismo. Comenzaron así a representarse escenas japonesas y ambientes burgueses en algunos de los objetos que también integran la exposición: porcelanas, quimonos, telas y biombos.

Y aunque el gusto por lo oriental penetró en las principales ciudades del país, Cataluña se configuró pronto como la capital española del japonismo. De hecho, uno de los principales atractivos de la muestra lo forma la reproducción del pabellón japonés en la Exposición Universal de Barcelona de 1888. Esta cita se convirtió, además de en el primer certamen internacional celebrado dentro de nuestras fronteras, en la primera ocasión en que Japón se presentaba de forma oficial en España, con la aportación de muestras representativas de sus mejores industrias y de algunos de sus mejores artistas. De entonces han sobrevivido muchos recuerdos concretados en descripciones e imágenes, así como en piezas significativas, como pueden ser el mueble regalado por la casa imperial nipona a la reina regente María Cristina, objetos artísticos comprados en el pabellón por particulares y álbumes de estampas adquiridos por el Ayuntamiento de Barcelona. La reproducción del pabellón vuelve a reunir algunas de las piezas originales de 1888. La muestra reúne obras de algunos de los artistas que se sintieron fascinados por un arte tan aparentemente distante. Entre ellos, destacan las firmadas por Mariano Fortuny, Pablo Picasso, Alexandre de Riquer, Santiago Rusiñol, Darío de Regoyos, Adolfo Guiard, Oleguer Junyent y Joan Miró. Más allá de la pintura y el grabado, la colección reunida para esta cita incluye piezas de artes decorativas, dibujos, ilustraciones, joyería, decoración, literatura y cine.