Roma
Santa María la Blanca
La Inmaculada de Murillo no retornaría al Prado si no llega a ser porque un mariscal francés de las tropas napoleónicas robó el cuadro para venderlo años más tarde al Museo del Louvre. El Mariscal Soult, no sólo se apropió de tan significativa obra, sino que expolió todas las obras importantes por donde iba pasando. Un saqueo vergonzoso. Consiguió adueñarse de quince cuadros de Murillo, amén de otros de Alonso Cano, Tiziano, Zurbarán o Ribera. Además de las obras que Miguel de Mañara encargó a Murillo para la Iglesia de la Santa Caridad, también se llevó los lienzos que el bueno de Justino de Neve encargó al pintor del dogma inmaculista para la iglesia de Santa María la Blanca. Pero Santa María la Blanca ha vuelto a abrir sus puertas recuperando todo su esplendor. Tras veinte meses de restauración, y a falta de limpiar las yeserías (en una tercera y última fase), ya se puede visitar este maravilloso templo, cuya advocación nos trae a la memoria la extraordinaria nevada que cayó sobre Roma un 5 de agosto, y que también dio lugar a la formidable iglesia de Santa María Maggiore. Antigua basílica visigoda, mezquita y sinagoga hebrea en el Siglo XIII, Santa María la Blanca se convirtió a mediados del siglo XVII en una de las iglesias barrocas más representativas de la ciudad. Una mezcla única en el arte, donde destaca su característica y representativa espadaña y su fachada gótica. Fue el propio Justino de Neve, quien encargó las diez columnas de jaspe rojo del interior. Sin duda, el patrimonio arquitectónico de Sevilla sale reforzado al recuperar la vieja sinagoga del barrio judío. Y ya, manos a la obra, antes de rescatar la «Inmaculada de Soult», podríamos restaurar, también, la iglesia de Santa Catalina.
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