Preocupación

La Ley de Memoria Histórica pone en peligro las pinturas de Stolz, el mejor muralista del siglo XX

Preocupación en el mundo del arte por la aplicación de la legislación a unos frescos situados en el antiguo INI y ahora sede de Exteriores

Las pinturas al fresco del afamado pintor valenciano Ramón Stolz Viciano, un reconocido artista de los años cuarenta en España, considerado como el mejor muralista del siglo XX, peligran por la Ley de Memoria Histórica. Se encuentran en lo que era el antiguo Instituto Nacional de Industria (INI), en la plaza del Marqués de Salamanca, y adornan los techos de la antigua sala de consejos del organismo, convertido ahora en la nueva sede del Ministerio de Exteriores. De hecho, fuentes del Ministerio de Cultura han expresado su preocupación por el futuro de estos frescos ante la sospecha de que Exteriores quiera eliminarlos de la nueva sede ministerial.

Pinturas de Ramón Stolz
Pinturas de Ramón StolzMinisterio de AAEE

En concreto, se trata de tres pinturas de colores terrosos y de 4x3 metros dos de ellos y de 4x2,5 el tercero. Representan una alegoría del momento histórico en el que fueron pintada con el símbolo del franquismo.

En el año1988, con Felipe González en el Gobierno, el Ministerio de Cultura, al frente del cual se encontraba una figura tan carismática de la izquierda como Jorge Semprún, emitió un informe sobre el valor artístico de los frescos ubicados en la Sala de consejos del antiguo Instituto Nacional de Industria. Se iban a emprender obras de remodelación que podían afectar a las pinturas murales de Stolz y el entonces secretario general del INI, Santos Castro Fernández, consultó al Ministerio sobre las pinturas al fresco del reconocido artista valenciano.

El informe, emitido con fecha 24 de febrero de 1988, fue concluyente sobre la conveniencia de conservarlos: «Bajo el punto de vista artístico, las pinturas poseen las características propias del muralismo español durante la época en la que fueron realizadas, razón por la cual deben ser conservadas como testimonio histórico del momento», exponía en el documento al que ha podido acceder LA RAZÓN.

En uno de los ángulos aparecen representadas dos figuras masculinas, con el torso desnudo en actitud de demoler el arco de un puente por medio de unas palancas de madera. Los expertos de Cultura interpretaron en su momento que la pintura era una alegoría que hacía alusión al trabajo humano por los brazos y piernas poderosas de los dos hombres y el gran acuse de musculatura y tendones. Justo en el centro de la representación pictórica, aparece un ángel o una figura femenina con una cartela en la que puede leerse: «labor omnia vincit» (el trabajo lo conquista todo).

La segunda de las pinturas y la que, sin duda, está en el punto de mira, es la del águila de San Juan que porta entre sus garras el escudo oficial de España durante la época franquista. Rodean al águila cuatro columnas de fustes lisos y capiteles jónicos entre las que hay unas bandas ondulantes con las inscripciones: «Plus Ultra», «Una grande y Libre», el emblema del franquismo. La tercera de las pinturas la conforman tres mujeres, dos de las cuales sujetan un libro de grandes dimensiones que ilumina la tercera con una antorcha. En una esquina aparece el frontón de un templo de estilo dórico. Los expertos de Cultura que analizaron las pinturas en su día interpretaron que la alegoría parecía hacer alusión a la idea de progreso iluminando la ciencia.

En ese momento, en el año 1988, los expertos del Ministerio de Cultura a los que se solicitó un informe de las pinturas concluyeron que su estado de conservación era bueno «a excepción de una suciedad generalizada por toda su superficie producida, fundamentalmente, por humos y la gran acumulación de polvo. El tratamiento a realizar en estas pinturas, en el caso de ser restauradas, podría consistir, únicamente, en la limpieza de las mismas», sugirieron los expertos.

La esperanza que queda es que los murales del reconocido pintor valenciano puedan indultarse acogiéndose al artículo 15 de la Ley de Memoria Histórica.

Así, el artículo 15, sobre símbolos y monumentos públicos, establece que «las Administraciones públicas, en el ejercicio de sus competencias, tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura». Pero también establece que todo esto «no será de aplicación cuando las menciones sean de estricto recuerdo privado, sin exaltación de los enfrentados, o cuando concurran razones artísticas, arquitectónicas o artístico-religiosas protegidas por la ley». Por eso hay quien considera que esta excepción podría aplicarse a las pinturas del pintor valenciano.

Entre ellos el diputado del Grupo Popular en la Asamblea de Madrid Pedro Corral que ha recordado que «la obra del pintor valenciano ardió bajo un bombardeo franquista y no sería de recibo que el Gobierno quisiera tocar ni un milímetro de sus pinturas después de ser la persona que salvó todas las obras maestras del museo del Prado durante la Guerra Civil. Basta ya de talibanismo, los símbolos franquistas son parte de nuestro pasado, nadie va a ir al antiguo INI a cantar el Cara al Sol. No se pueden destruir obras de arte porque no se ajusten a nuestra ideología. España le debe a Stolz este homenaje, que es preservar su obra y no se puede juzgar a nadie por una parte de lo que ha hecho a lo largo de toda su vida artística», subraya.

Lonas para escudos

No es la primera intentona del Ministerio de Exteriores de eliminar símbolos franquistas. El Ministerio gastará 8.000 euros en quitar dos escudos preconstitucionales de la obra de ampliación del Palacio de Santa Cruz, sede del Ministerio, obra de Pedro Muguruza, conocido por ser el arquitecto de cabecera del franquismo, autor del Valle de los Caídos. Ahora los escudos, que podían verse en la calle Concepción Jerónima están tapados con unas lonas.

El salvador del tesoro artístico español
Ramón Stolz Viciano (1903-1958) ha pasado a la historia por ser uno de los grandes muralistas del siglo XX. Primero aprendió con su padre, Ramón Stolz Seguí, y después de estudiar la carrera de Técnica Industrial, ingresó en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Viajó por distintos países y acabó especializándose en la pintura mural.
Durante sus estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando coincidió con Dalí y frecuentó tertulias literarias con Valle-Inclán, Baroja, Juan de Echevarría, Machado, Unamuno, Solana y Vázquez Díaz. De su producción artística destacan los frescos que realizó en la basílica de Nuestra Señora de los Desamparados, en las Escuelas Pías de Valencia, en la iglesia del Espíritu Santo y el Instituto Nacional de Industria de Madrid. También se ocupó de la restauración de las pinturas de Goya, Bayeu y González Velázquez en la basílica del Pilar de Zaragoza. Él mismo sufrió en su estudio en Madrid un ataque con bombas incendiarias durante la Guerra Civil y llegó a hacer un informe sobre su efecto en los materiales pictóricos con gran precisión, además de los graves daños producidos por la humedad, el frío y la falta de ventilación en varias pinturas guardadas en los sótanos del Banco de España. Pero si hay algo que España le debe al artista valenciano es la salvación de las obras del Prado durante la Guerra Civil al ser uno de los integrantes de la Junta e Protección de Tesoros Artísticos, creada en julio de 1936 para el salvamento de las obras de arte. En septiembre de 1938 fue nombrado vocal de la Junta Delegada del Tesoro Artístico de Madrid.
Stolz sirvió al Gobierno republicano en esa misión. En la etapa republicana formó parte del comité de depuración de los profesores considerados «fascistas» de la Escuela de Bellas Artes de Madrid en la que trabajaba al ser secretario de la misma junto con Manuel Menéndez y Juan Adsuara. Se encargó de hacer informes de todos los profesores, pero no a cerca de su ideología, sino de sus conocimientos, con lo que ninguno de los funcionarios corrió peligro.
Una vez terminada la Guerra Civil, en el año 1940, pasó de nuevo por un proceso de depuración, pero esta vez por parte del bando franquista. Salió sin responsabilidad en ese proceso y ese mismo año fue reintegrado en su puesto. Llegó a ser catedrático.