Novela

Antonio García del Cura: «No se puede crear más intensamente que desde la oscuridad absoluta»

El ganador del I Premio de Novela Corta del Planetario de Madrid centra su historia en las visiones de un niño ciego

Antonio García del Cura, escritor y ganador del I Premio de Novela Corta Planetario.
Antonio García del Cura, escritor y ganador del I Premio de Novela Corta Planetario.Gonzalo Pérez MataLa Razón

Es un auténtico sueño para él. Casi como alcanzar las estrellas. Camarero por necesidad y poeta por vocación, Antonio García del Cura es el ganador del primer Premio de Novela Corta del Planetario de Madrid, un concurso pensado para hacer coincidir, en el relato, la ciencia y la palabra. Con su obra, «Y abrió los ojos», García del Cura no solo ha logrado este objetivo, sino, como él mismo explica, homenajea a toda una generación, la de la posguerra, y a un pueblo de Madrid, Colmenar Viejo.

¿Ya tenía la idea de la novela en la cabeza?

No, realmente cómo surgió la novela da para otra historia. Fue una gran casualidad. En agosto cogí el Covid y, mientras estaba confinado, un amigo del trabajo, que comparte conmigo la inquietud de escribir, me envió un Whatsapp diciéndome que había visto la convocatoria del concurso y me animaba a que me presentase. Lo hice, aunque el tiempo era bastante escaso, porque el plazo se agotaba en octubre. La idea en sí surgió de repente. Es algo un poco misterioso. Yo me considero más poeta que prosista, y cuando surge una metáfora, una ironía... no lo piensas, simplemente aparece. Al menos a mí me pasa así. Lo único que sabía previamente era que tenía que tener algo que ver con la ciencia.

¿Le fue difícil adaptarse a ese requisito?

No quería escribir una historia que fuera una distopía, sino que comenzase en el pasado. Entonces, a partir de la idea de buscar el misterio de la ciencia a través de la imaginación, ¿qué mejor manera que hacerlo desde la oscuridad? Y ahí surge la idea del niño ciego y sus visiones de los efectos astronómicos. Lo curioso es que en el trabajo las ideas también iban surgiendo e iba haciendo anotaciones en posavasos. También he tenido un proceso de documentación muy grande, no solo en el ámbito científico, sino porque quería ambientar la historia en la España de la posguerra. Una España sumergida en la incertidumbre y con miedo. Pero también con esperanza en el futuro.

¿Ha encontrado paralelismos entre el miedo que existe ante la situación actual con el miedo que había entonces?

Hay paralelismos, pero con diferencias muy importantes. Creo que el miedo era diferente y se abordaba de manera diferente. El de aquel momento era un miedo a lo primario, a la falta de la propia vida, y ahora mismo lo que tememos es perder otras cosas. Sin embargo, es cierto que en los momentos más críticos, como el siglo de oro, en medio de una bancarrota terrible, surgen las mejores propuestas ideológicas y artísticas. Y en la época en la que está basada la novela pasó más o menos lo mismo. Porque cuando la necesidad se basa en lo primario, como es el miedo a la muerte, a lo primario, surgen las mejores respuestas.

Entonces, su novela es una forma de homenajear a toda una generación...

Por supuesto. Intento condensar en la novela muchas cosas, pero, sobre todo, homenajear a la generación de nuestros padres y abuelos. Si echamos la vista atrás nos sorprendemos con su fortaleza. Quería rendirles homenaje, alejándome de lo político para centrarme en una historia muy humana. Al mismo tiempo, quería plasmar una idea que me enseñó mi padre, que fue un maravilloso poeta que me inculcó toda la pasión por escribir, y es que dentro de un científico siempre hay un idealista, un soñador; y dentro de un poeta siempre hay un curioso científico que, a su manera, busca descubrir cosas nuevas a través de las palabras.

El protagonista de la novela es un niño ciego que «ve» los fenómenos astronómicos cuando su abuela le aprieta los ojos, ¿qué quiso expresar con ello?

El niño ciego ve eso que vemos todos cuando apretamos mucho los ojos. Es lo único que ve y, a partir de la oscuridad absoluta –y gracias a las manos de su abuela– se forma un cosmos genealógico en el que va dando a los fenómenos el nombre de personajes fundamentales de su vida. Así se crea una conexión entre el niño visionario que, a partir de su oscuridad, va creando. No se puede crear con más intensidad que siendo ciego. Desde la ceguera absoluta, imaginar es absolutamente prodigioso. Por otro lado, la ciencia real queda personificada en su biznieto, en el futuro, con el descubrimiento de fósiles en Marte.

¿Es la ciencia una forma de buscar esperanza en el futuro?

Sí que lo es. Creo que vivimos en una sociedad con mucho miedo, en la que todo tiene un precio muy bajo y esforzarse en algo ya no es igual. Yo mismo lo he experimentado mientras escribía la novela. Soy una persona muy bohemia en el sentido de que soy muy desordenado, por lo que el hecho de plantearte la rigidez de algo, la constancia, el esfuerzo… Es difícil, pero he descubierto una forma de hacer las cosas muy gratificante. Las generaciones pasadas creo que si tenían el coraje para crear cosas nuevas, además de que el individualismo se vivía de otra manera.