Desigualdades

La brecha digital de los barrios: «En los pobres se utilizan más las redes sociales»

Una investigación de la uc3m evidencia las diferencias de vida digital por zonas y los sociólogos buscan los motivos: que los medios de comunicación sean de pago, el envejecimiento de los distritos más pudientes y que los jóvenes sean los que más usan esas plataformas

Gente usando su teléfono móvil en barrios de Madrid.
Gente usando su teléfono móvil en barrios de Madrid.Jesús G. FeriaLa Razon

Pasean por las calles, descansan en sus casas y están solos pero acompañados. Como un bostezo involuntario: todos cogen el teléfono, pero no todos para lo mismo. «En los barrios pobres utilizan más las redes sociales que en los ricos, y en estos últimos se tiende a consumir más información en medios de comunicación tradicionales online». Es la clara evidencia de un estudio de la Universidad Carlos III de Madrid (uc3m), que analiza por zonas la relación de los habitantes con internet; en colaboración con el Instituto IMDEA Networks y Orange Innovation.

Uno de los investigadores, Iñaki Úcar, del Instituto UC3M-Santander de Big Data, explica que de los resultados pueden extraer aspectos de las desigualdades, la educación, o cómo la gente accede al conocimiento. «No quiere decir que consuman solo una cosa u otra, se trata de que el uso relativo es bastante mayor dependiendo de cada caso», puntualiza. Por ejemplo, han descubierto que los juegos, si son de pago, son más comunes en zonas con mayores rentas.

Los datos, conseguidos gracias a un convenio, se extrajeron de Francia, aunque se pueden aplicar a «otros países similares, como España». Tienen acceso a las antenas en las que indican cuántas horas al día pasan las personas en Facebook u otras webs. De ahí, deducen que quien se expone más horas a esas plataformas pueden entenderla como un canal transmisor, por lo que es más sencillo caer en las noticias falsas.

En todo momento se preserva la privacidad en el trabajo cuyo título es «¿Noticias o redes sociales? División socioeconómica del consumo de servicios móviles». Al final, reconocen que los resultados «son descriptivos y no implican relaciones causales», aunque las conclusiones se pueden emplear para señalar «factores importantes y hasta ahora pasados por alto de la desigualdad socioeconómica».

Acceder a bibliotecas completas

Las opiniones de los sociólogos aterrizan los datos desde distintos puntos. Ricard Castellet, quien cuenta con más de 15 años de experiencia profesional en el mundo digital, destaca que la información es «más plural que nunca y viene de muchas fuentes»: «Hay que saber seleccionar la correcta y verificada, pero están haciendo un esfuerzo para validar el contenido y bloquear “fake news”».

No obstante, señala la necesidad de aprender a mejorar esas rutinas. «Si tienes más nivel adquisitivo, más estudios, más formación, cuentas con la posibilidad de acceder bibliotecas completas. Es más sencillo analizar las diferentes fuentes», incide.

En todo, repercute el precio. Como los medios tradicionales son de pago, el acceso gratuito se cerca en torno a las redes. «Se limita a la gente que se lo puede permitir». En la manera y en el objeto en sí, con verlo se pueden deducir muchas características de su dueño. «Las plataformas también pueden rastrear el modelo de “smartphone”, que indican pistas del nivel económico. Otra huella es su consumo de información y ocio».

Para Castellet, el mundo virtual es «un laboratorio social»: «Detectamos tendencias, opiniones, cambios de opiniones globales. Lo que prefieres marca tus hábitos de consumo, de opinión, tu nivel socioeconómico, educativo. Internet no es una burbuja aparte, refleja lo que somos como sociedad».

De Salamanca a Lavapiés

Las conclusiones, leídas por otros especialistas, le despiertan algunas dudas. A Santiago Ruiz, que presentó en 2018 su tesis doctoral «Madrid, de norte a sur: análisis sociológico de las desigualdades sociales y la inseguridad ciudadana en los barrios de Lavapiés y Salamanca», le rechina la amplitud del tema, que puede generar errores. Considera que cuando se pone una categoría general hay que mirarlo con lupa: «Nosotros somos los primeros que lo hacemos, pero con esto ocultamos diferencias de género, estudio, renta, costumbres étnicas y sociales».

Él, en su escrito, se centró en esas zonas para captar una estructura mayor a nivel cuantitativo de la historia de la ciudad, de una Madrid que parece doble. «Hay lugares más heterogéneos entre sí, pero me aportaba más a nivel histórico por la de segregación urbana de desigualdad a partir del 2000 y por el porcentaje personas migrantes pobres. Me interesaba que estuvieran próximos en el espacio aunque fueran muy distante socialmente».

Lo que extrajo fue la importancia de entender el presente para ahondar en los problemas. «En Lavapiés había conflictos de policías y personas migrantes. La gentrificación y la turistificacion lo ha ido cambiando, pero ha habido un largo recorrido de los procesos sociales y ha sufrido un estigma desde el siglo XVIII. Salamanca es esa oposición que patea a la ciudad vieja, infecta y criminal».

Los que se van a la nueva urbe son la clase media alta. Lo redacta: «El barrio de Salamanca será conocido como uno de los más señoriales de Madrid, tanto por su composición social, como por su paisaje arquitectónico. No es casualidad que el barrio de Salamanca fuera el primero en disfrutar de los servicios urbanos más adelantados, siendo el primer barrio de Madrid en tener agua caliente, váter, cocina de carbón, un sistema de desagües más rápido, ascensores y teléfono».

Por ello, quiere interpretar el estudio «a la luz de sus condiciones estructurales desiguales»: «Dónde vives, con quién estás, con quién has crecido; eso da muchas pistas para comprender cómo interpretar la realidad». Esas condiciones le sirven para comprender de qué manera ciertos discursos se adentran en la sociedad, como quién vota a Trump o a los partidos extremistas.

La hipótesis de Facebook le parece difícil de comprobar. «Para traerlo a España, en los estudios que se han hecho en Andalucía, por ejemplo, la edad es un factor fundamental. Incluso en diferentes clases sociales nos da pistas de un uso y un acceso diferente entre unos grupos y otros».

Defiende que la clave no es tanto geográfica: «Hay gente que tiene más tiempo para usar Internet. Los móviles nos permiten eliminar las distancias con un solo clic, las desigualdades van más allá de los barrios».

Explica que las clases medias tienen más tiempo para utilizar sus dispositivos, contra las populares, «que trabajan 12 o 13 horas». «Se trata de que tienen libertad en sus horarios y, sobre todo, hay que recordar que esos jóvenes son los que pasan más horas allí: cuelgan más fotos, les dan más importancia a la imagen y, políticamente, votan más». Aun así, incide en que un título universitario no es un salvavidas frente a las informaciones falsas. «Los antivacunas no son de las clases populares».

Para una visión global, la misma muestra

Probablemente, si se aplicara a Madrid, en el barrio de Lavapiés sí se manejarían más las redes sociales que en Salamanca, aunque el motivo, para Ruiz, es sociodemográfico. «El barrio de Salamanca está más envejecido que Lavapiés. Los inmigrantes que llegan son jóvenes y contribuyen a que la pirámide poblacional se modifique».

¿La solución? Comparar a 500 personas de la misma edad de un lugar y otro. «Así eliminamos el sesgo y vemos diferentes condiciones de vida, de trabajo y deducimos cómo afecta y en qué lo emplean, si de verdad unos consumen más noticias y otros más redes sociales».

Él no cree que exista una diferencia tan tajante: «Con entrevistas en profundidad a los vecinos se saca más cosas que de pinceladas de brocha gorda, hay cosas que se esconden».