Crímenes

Los secretos del forense madrileño de «Bones» en la vida real

Enrique Dorado, Jefe de la sección de Antropología Forense del Instituto de Medicina Legal, ha resuelto centenares de casos y ha puesto luz a la historia de personajes de todos los tiempos

El doctor Enrique Dorado, jefe de Antropología Forense del Instituto de Medicina Legal.
El doctor Enrique Dorado, jefe de Antropología Forense del Instituto de Medicina Legal.Cipriano Pastrano DelgadoLa Raz—n

En la cuarta planta del Instituto de Medicina Legal de Madrid hay dos esqueletos tumbados sobre sendas camillas con los huesos perfectamente limpios y alineados. Uno tiene más de ochenta años de antigüedad y se encontró enterrado; el otro se halló hace unos meses y la causa del fallecimiento ya se sabe: muerte natural. En otra esquina de la sala inundada de luz natural, Enrique Dorado, jefe de la sección de Antropología Forense del Instituto de Medicina Legal, sostiene entre las manos la tapa de un cráneo atravesado por dos agujeros: «Son de disparo de bala, se ve muy claramente, y es de hace tan solo unos días». ¿A quién pertenecen todos estos huesos que le ha traído la Policía? «No puedo revelar la identidad ni los casos, están judicializados», dice sin apagar nuestra curiosidad. Enrique Dorado cambió la sede de su trabajo hace poco más de un año, cuando el Instituto de Medicina Legal, que hasta entonces se encontraba próximo a la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense, se trasladó al famoso «dónut», en Valdebebas, con la modernización que hizo de las instalaciones la Consejería de Justicia e Interior. A su departamento van a parar los casos más complicados que saltan a los medios de comunicación cuando la Policía trata de buscar respuestas o culpables de un crimen, cuerpos esqueletizados, fragmentos de huesos, cuerpos calcinados o descuartizados (como el caso de Heidi Paz que llevó a la cárcel al Rey del Cachopo), momificados, en avanzado estado de descomposición o bien cuando lo que se pretende es poner luz a determinados episodios de la historia, ya que ha participado en investigaciones de personajes de todos los tiempos.

Una vez separada la materia ósea de todo lo demás, busca respuestas en los huesos de personas muertas en circunstancias oscuras y que no puede proporcionar una simple autopsia o análisis de ADN. Porque es en los huesos donde halla pistas que no pueden obtenerse de ningún otro modo. Los somete a un análisis minucioso en busca de traumatismos que hayan podido desencadenar la muerte, enfermedades congénitas o recientes y les pone edad, sexo, raza, peso o estatura...Y no son pocas las identificaciones que ha hecho a través de la dentición, la «caja negra» del cuerpo. Sus investigaciones han llevado incluso a que algunos pasaran su vida entre rejas. Dorado recuerda especialmente el caso de la muerte violenta de una mujer asesinada a golpes con un radiador. Logró establecer la relación entre el mecanismo utilizado y el objeto tras una comparativa. «La mujer sufrió golpes diversos y uno de ellos, el que le produjo las fracturas en el cráneo, fue con un radiador», dice Dorado. Y puntualiza que habla de ello porque el juicio se celebró hace más de un año y se trata de un caso cerrado. Cuando llega un cuerpo a sus manos lo primero que hace es un estudio identificativo, determina la causa de las lesiones, el mecanismo utilizado y estudia en profundidad las fotos obtenidas en la escena del crimen. Es habitual que acceda a las diligencias policiales. De hecho, tiene un contacto muy estrecho con la Policía y la Guardia Civil. «Aunque lo fundamental es saber la identidad y la causa de la muerte, no todos los restos precisan del mismo procedimiento. No es igual disponer de un solo fémur aislado o limpio a que nos llegue un cuerpo en putrefacción avanzada con lesiones contusas que haya que estudiar. En uno, la limpieza del hueso ya permite su estudio y, en otro, hay que hacer otros estudios, toma de muestras, esqueletizarlo, hacer radiografías... se complica mucho más».

Dorado detalla que los cuerpos descuartizados suelen ser los más trabajosos porque necesitan pruebas complementarias. Hallar respuestas puede llevar hasta un mes pero «hay casos en los que se hallan resultados interesantes y, en otros, hay un tope que nos permite llegar a puntos que no son lo suficientemente satisfactorios. Los huesos pueden decir mucho y, a veces, poco si te llega un resto óseo aislado». Lo cierto es que a lo largo de su vida profesional ha examinado cientos de restos. Al menos una treintena de cuerpos pasan cada año por su departamento, pero también ha despejado incógnitas de la historia de personajes de todos los tiempos después de colaborar con arqueólogos o reputados egiptólogos.

Los restos más antiguos que ha analizado procedían de Guadalajara y datan del Calcolítico, aunque también ha examinado romanos o medievales. Uno de los estudios más fructíferos que recuerda y que acaba prácticamente de concluir ha sido el realizado en un cementerio mudéjar en Uceda (Guadalajara). Se pudieron abrir más de cien tumbas y el estado de conservación de los restos era excelente. Eso permitió realizar un estudio de carácter demográfico e identificó enfermedades curiosas de carácter congénito, como el síndrome de Klippel-Feil (una fusión de las vértebras cervicales), alteraciones en el desarrollo de los miembros, como el acortamiento de los metacarpianos o un caso realmente curioso como una deformación plástica del antebrazo, «unas patologías que, por otra parte, no son nada habituales y que, sin embargo, la frecuencia entre la población mudéjar de Uceda era alta, lo cual constata la endogamia que había en esta minoría». Pero Dorado hace tres meses que llegó de Der el-Bahari, un complejo de templos funerarios y tumbas que se encuentran en la ribera occidental del río Nilo, frente a la antigua ciudad egipcia de Tebas. Allí ha participado en la misión arqueológica de la UAH, un proyecto internacional que busca los secretos de la necrópolis tebana al frente de la cual se encuentra el prestigioso egiptólogo Antonio Morales. El proyecto requiere equipos multidisciplinares y Dorado ha acudido ya en varias ocasiones al complejo sepulcral. En uno de los depósitos de momificación encontró el corazón envuelto en lino del visir Ipi, un altísimo funcionario y alcalde de Tebas. «Allí se quedó, en una de las jarras con los vendajes. Puede que por un despiste de los que embalsamaban», sostiene.

El doctor Enrique Dorado analiza unos restos
El doctor Enrique Dorado analiza unos restosCipriano Pastrano DelgadoLa Raz—n

Pero también le resultó apasionante estudiar la momia del General Prim con un equipo de la Universidad Complutense. Los trabajos realizados permitieron concluir que la causa de su muerte era tal cual nos la habían contado a lo largo de la historia.

Intervino en el estudio de momias famosas, como la de la hija del doctor Velasco, el fundador del Museo de Antropología, que alimentó una de las leyendas más curiosas del Madrid de finales del XIX o en la de Úrsula Micaela Morata, una monja muy venerada en Alicante, de la que hizo un estudio odontológico que explicaban los fuertes dolores de cabeza y boca que padecía la religiosa capuchina. Incluso ha estudiado la momia Guanche de Madrid, entre otros muchas.

Dorado forma parte de la comisión que va a abordar la exhumación del Valle de los Caídos, un asunto en fase preliminar y que ya avanza que será «un estudio complicado». Puestos a elegir, los restos que le gustaría examinar son los de los Reyes Católicos o los del apóstol Santiago. «Eso sería apasionante», dice. Pero también puntualiza que en la vida real, a diferencia de lo que ocurre en series televisivas como Bones o CSI «las cosas son mucho más difíciles».