Gastronomía

Berlanga de día, Berlanga de noche

Un restaurante para disfrutar de excelentes arroces y de una fabulosa carta volcada en las raciones y el picoteo

Berlanga
Berlangalarazon

Vaya de antemano, que quien escribe estas líneas cuenta entre sus amistades con la del propietario de este espacio. José Luis García Berlanga es un buen hombre, un buen maestro arrocero y, sí, lo habrán deducido por el apellido, el hijo (primogénito) del inmenso cineasta valenciano Luis García Berlanga. Él trabajó durante décadas en el mundo audiovisual (fue director y productor ejecutivo de la serie Hospital Central, entre otras muchas cosas) y hace dos años que se embarcó en este proyecto, ya que es un enamorado de la gastronomía. Los genes, oiga, que el arte se materializa de muchas maneras. Ya dijo Santa Teresa que Dios andaba entre los pucheros; y el cine y el talento, afirmo yo, también.

Pero, fiel tabernario como el autor es, la de hoy, se lo prometo, es una recomendación solidísima pese a este cariño que me une al dueño. Porque Berlanga es un restaurante para disfrutar de excelentes arroces por el día y por la tarde y la noche, de una fabulosa carta, volcada en las raciones y el picoteo, de inspiración levantina con muy buenos cócteles. La casa de José Luis es un sitio para gozarla 24/7, como se dice ahora, y no sentirse decepcionado.Cuando luce el sol, como les decía, Berlanga es un fabuloso destino para reponer fuerzas después de dar un paseo por el Retiro, ya que está justo al lado del parque más matritense y de una zona de neotabernarios a cuyos paladares se adapta su carta diurna. Por ello, es un buen espacio para darle caña al aperitivo o, como dicen los valencianos, la picaeta. No se pierdan el esgarrat con bacalao desmigado (de berenjena, cebolla y pimiento rojo); ni el pa amb oli de sobrasada de Ses Salines, puro umami ibérico.

Por supuesto, los dueños y señores de esta franja horaria son los arroces; no en vano, José Luis es un autodidacta cocinero especializado en ellos (ha sido profesor en Alambique, la famosa escuela). Hay alternativas exquisitas, como el negro, a banda, del senyoret, de salmonetes y ajos tiernos o el rossejat Berlanga, que prepara con el caldo y las carnes del cocido de los martes. Los fines de semana, la estrella absoluta es la paella valenciana. Por supuesto, hay platos castizos, como las croquetas de jamón, el caldo de cocido y su ropa vieja (especiada con curry casero) y carnes como la carrillera de ternera o las chuletillas de lechal empanadas. Y claro está, todo regado con una carta de vinos, corta pero bien seleccionada, que recorre las principales denominaciones de origen españolas, aunque hay también algún champán y referencias de otras latitudes, como Italia o Francia.

Pero cuando el sol cae, y los noctámbulos empiezan a emerger de su letargo, Berlanga se transforma en un lugar perfecto para el tardeo y para liarse y reliarse a la luz de la luna. La carta se hace más sencilla, pero no menos apetitosa, y las tapas, raciones y medias con producto de máxima calidad tientan a los comilones impenitentes. De la lonja de Burriana (Castellón) llegan salmonetes, boquerones, sepionets y clóchinas –mejillones valencianos chiquititos, más pequeños y sabrosos que los grandes y convencionales–. Otros grandes éxitos de la casa, ideales para la noche, son la ensalada de tomate pelado y aromatizado con tomillo, las rabas de calamar, las croquetas o la ensaladilla rusa. También hay pinchos, como el de su famoso steak tartar, cortado a cuchillo como dictan los cánones y aliñado como Dios manda.

Para refrescarse el gaznate a deshora, hay también buenas cervezas, vermús, finos y generosos, además de gin-tonics y cócteles clásicos bien preparados, que alegrarán las almas y soltarán las lenguas de sus parroquianos. Y de día y de noche, llueva o haga calorcito, podemos celebrar la vida en cualquiera de sus dos salones, en su barra o en las dos terrazas de las que dispone: una de cara al parque, en la fachada principal del local, y otra más recogida, en la entrada trasera del local, que da a la calle Lope de Rueda. Ambas están climatizadas, así que su disfrute es permanente y anual, y da igual que la primavera se ‘invernice’ o juegue a ponerse el bikini. Nos veremos, en cualquier caso, por Berlanga.