Adicciones
Los expertos alertan de las consecuencias de legalizar el cannabis
Especialistas del centro Los Mesejo explican los efectos de su consumo. La Asamblea debate hoy la regulación en adultos
La Asamblea de Madrid debatirá esta mañana en Pleno la regularización del cannabis en la Comunidad de Madrid. Más Madrid solicita al gobierno de la Comunidad de Madrid a que realice un estudio del impacto económico, sociosanitario y criminólogo que tendría la regulación de esta droga para la región y les insta a exigir al gobierno de la Nación a una regulación responsable en adulto de esta sustancia. Con el fin de «combatir el mercado negro, proteger a los menores dificultando su acceso y derivar una parte de los ingresos recaudados a la prevención en el consumo y a financiar los servicios públicos», según dicta la orden del día, además de garantizar la salud pública ofreciendo un producto a los usuarios adultos que cuenten con «todos los estándares de calidad certificados, garantizar las libertades públicas de la ciudadanía adulta en el ejercicio de sus derechos como usuarios y crear una legislación específica para regular el cannabis donde se establezcan, bajo criterios laborales, de género, territoriales, sociales y de sostenibilidad, los principios rectores que rijan su producción, distribución y comercialización impidiendo el monopolio».
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se posicionaba ayer «absolutamente en contra de las drogas y de trasladarle a la sociedad, y por supuesto, a los jóvenes que no son tan perjudiciales». Y señalaba como la mayor de sus consecuencias la de tratarse de «uno de los principales motores de la delincuencia, sobre todo entre los más jóvenes, auténticas máquinas de destruir vidas, proyectos y de provocar demencias, enfermedades mentales muy severas, esquizofrenias o depresiones», y añadía, «no se puede decir a la gente que las drogas no importan».
Desde 2015, el centro de prevención y atención de las adicciones en adolescentes y jóvenes Los Mesejo, atienden mensualmente a más de 200 pacientes de forma activa en el centro de los cuales, más del 90% son consumidores de cannabis. «El perfil tipo es de adolescentes de entre 16 y 17 años que acuden presionados por sus familiares o amigos y en muchos delos casos, que han empezado a madurar una cierta conciencia», asegura a LA RAZÓN Francesco Paolucci, médico de familia y director del centro desde hace tres años. Por norma general, son las familias las que llaman para solicitar una cita con los especialistas de este centro, vienen derivados de algún hospital, en ocasiones son los propios usuarios y también a través de la trabajadora social del centro, atienden a pacientes en situación de libertad vigilada. «Básicamente lo que hacemos es prevención y tratamiento de personas con problemas de consumo de sustancias. Es decir, tratamiento por trastorno por consumo, prevención y conducta adicciones comportamentales -sin sustancias- o conductas potencialmente adictivas como a las nuevas tecnologías, juego patológico, a compras, al sexo…», señala Paolucci. Así lo refleja un estudio llevado a cabo con datos de este centro en 2018, que asegura que en los últimos años, se ha tenido que hacer frente a una emergencia relacionada con este grupo de edad, de nuevos tipos de conductas adictivas vinculadas con las nuevas tecnologías o juegos de azar.
Con el trascurso de la pandemia, Paolucci asegura no haber notado un gran cambio o aumento en el número de pacientes que llegan a este centro. «No tanto en el tipo de sustancias que consumen, pero si en el perfil de pacientes. La mayoría vienen asociados a una patología mental», asegura Ana María Santana, psicóloga clínica de Los Mesejo desde hace cuatro años, y apunta que «los recursos de salud mental se van conociendo más y tienen a derivar más. Muchos de los pacientes que recibimos vienen derivados de centros de salud mental». Tras pasar la primera cita para una toma de contacto y recopilación de información sobre el estado del usuario, comienza el trabajo de un equipo multidisciplinar de profesionales basado en dos funciones: el trabajo directo con familiares y pacientes y el trabajo de prevención en aulas de centros educativos. El proceso que sigue un paciente desde que llega hasta que consigue su alta terapéutica se divide en diferentes fases. «La primera es de información y orientación diagnostica, para la que hemos peleado mucho para que este centro en concreto tengan un tiempo razonable para hacerlo, y conseguir la motivación del joven para iniciar un tratamiento», comienza Irene García, una de las psiquiatras con las que cuenta este centro, y sigue, «una segunda fase de valoración donde se delimita si estamos ante un problema solo de consumo o de patología de salud mental asociado y por último, una tercera de tratamiento en el caso de que haya un trastorno por consumo o de prevención, o un tiempo en el que el usuario va a tener un profesional –psicólogo o psiquiatra- de referencia y un equipo multidisciplinar acompañándole -educación social, trabajo social, enfermería-», termina.
La mayor parte de los chicos que atienden llegan con distintos problemas sociales, a parte del consumo, por eso es muy importante el trabajo en equipo y multidisciplinar que llevan a cabo. «No podría ser de otra manera, es la única forma de obtener resultados», añade Paolucci. Cabe señalar que las altas terapéuticas en este perfil de pacientes suelen ser complicadas, contando con que es un perfil población con una alta tasa de abandono durante el seguimiento por la edad, clínica, o situación social. «Los que hemos trabajado en este centro creo que compartimos que el tiempo que hacen de recorrido no sólo se trabaja en el trastorno de consumo, también en otras áreas», apunta García. Esto lo demuestran los reingresos, es decir, cuando «muchas de las personas que abandonan lo hacen porque se sienten mejor, pero no llegan hasta esas últimas intervenciones para cerrar el tratamiento, pero al final si que han conseguido algo», confiesa Paolucci. «La experiencia como profesional es positiva porque siempre hay una mejoría», señala Pilar Ferrezuelo, psicóloga especializada en adicciones, «muchos de los casos llegan conun alto nivel de deterioro -fracaso escolar, problemas sociales, con la propia identidad, problemas familiares- y en todo ese proceso si no se da un abandono del consumo en su totalidad, a veces hay una reducción y mejora significativa en el resto de áreas». Destacan que el rango de edad en el que se mueven es muy significativo en el desarrollo de una persona y en el que cada año «cuenta mucho». «No es lo mismo una persona que viene obligada con 14 años que una de 20 que viene por voluntad propia y con una madurez detrás», sentencia Ferrezuelo.
Comparten que lo que diferencia a Los Mesejo de otros centros de la red de salud mental con la que cuenta la Comunidad de Madrid, es que exigen al paciente la voluntariedad y el compromiso desde el primer momento, aunque sean menores de edad, siempre es responsable de su tratamiento. Y esto «da sus frutos». «Es fundamental que el paciente confíe en ti, no ponernos en un papel de superioridad, porque estamos aquí para ayudarlos. Debemos conocer cuál es su demanda y darles herramientas para solucionarlos. Ellos son los protagonistas», puntualiza Santana. También en que es fundamental la prevención y la información a todos los niveles. «Es importante no banalizar las cosas, es cierto que la adolescencia es un proceso de búsqueda complicado, de ruptura con la infancia, pero es importante desmontar esa idealización que se tiene de las drogas y dar a conocer su cara oscura», señala Ferrezuelo. Aunque también encuentran una fuerte relación con las actividades de ocio. «En muchos de los casos no tienen muchas más alternativas que estar en un parque fumando con sus amigos», comienza a relatar Santana, «es primordial reformar los servicios de salud mental y además los programas de ocio disponibles que tienen los jóvenes desde los 12 a los 15 años. El problema que me encuentro a veces es si tu paciente tiene más posibilidades económicas tiene unas alternativas distintas al que no las tiene», termina
Pese a reconocer tener una visión muy sesgada y condicionada por su profesión piden precaución y un debate exhaustivo para las medidas que se puedan tomar en torno a esto. «Es importante tener presente que el consumo de cannabis tiene un poder adictivo muy grande, puede producir brotes psicóticos y su regulación no se puede tomar a la ligera. Esto podría trasmitir un mensaje de inocuidad o de que no tiene peligro y si que lo tiene», sentencia Ferrezuelo.
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