Violencia de género

Las mujeres de más de 65 años, las víctimas olvidadas del maltrato

Madrid abrirá su primer centro para este sector de la población que ha sufrido episodios de violencia

Malos tratos en personas mayores
Malos tratos en personas mayoresEfe

El pasado miércoles el Gobierno de la Comunidad de Madrid, a propuesta de la Consejería de Familia, Juventud y Política Social, dio luz verde a la licitación del contrato para poner en marcha el primer centro específico para víctimas de violencia mayores de 65 años. Tendrá una capacidad de 16 plazas y un coste de 878.957 euros. A partir de una financiación de dos años, se ofrecerá alojamiento, manutención y atención social, psicológica y jurídica, con el fin de favorecer la rehabilitación y autonomía de las víctimas.

Este colectivo es especialmente vulnerable, requiere un enfoque propio en su proceso de concienciación como víctimas y en la información sobre sus derechos, recursos y apoyo disponibles. De hecho, tres de las siete mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas el año pasado en la región y que superaban los 65 años de edad no denunciaron su situación. ¿Es posible querer a quien se tiene miedo? Natividad Hernández, psicóloga de la Comisión para la investigación de malos tratos a mujeres, lo tiene claro. LA RAZÓN ha hablado con ella para que, en base a su experiencia, explique la situación a la que se enfrentan las afectadas.

¿Qué opina del nuevo proyecto impulsado por la Comunidad de Madrid?

Lo celebro. Es un tema que merece tener la máxima importancia. Ahora existen muchísimas más vías de concienciación y sensibilización. Sin embargo, las mujeres jóvenes son recuperables; las mayores son «ahora o nunca». Éstas merecen una oportunidad porque el tiempo apremia y es una deuda de la sociedad. Son las que más han sufrido, las que más han callado, y las que tienen que deconstruir de su yo más interno el «para toda la vida», «hasta que la muerte nos separe» o «hay que aguantar para mantener la familia». Hay que enseñarles no solo que hay que separarse, sino que hay que denunciar. Esto no es nada fácil.

¿Es más chocante ver a mujeres víctimas de maltrato mayores que a jóvenes?

Para nada, destacan en multitud. En su mayoría son mujeres que no han trabajado fuera de sus casas, es decir, no son remuneradas. Han sido educadas para que su papel sea estar en casa y servir a los demás, que el resto tenga una vida más satisfactoria gracias al esfuerzo de ellas. Si hay una dependencia sentimental en las chicas jóvenes y ya es complicado de redimir, hay otro obstáculo que es irrompible y es el económico. Si las mujeres no tienen medios ni independencia económica, no se pueden separar, pues las ayudas de pensiones no contributivas son irrisorias.

¿Cuál es el mayor soporte de estas personas?

Con frecuencia son los hijos los que piden ayuda y los que, de alguna manera, hacen saltar las alarmas. Pero no siempre es así. Hay hijos que también animan a sus madres a aguantar u optan por la postura cómoda de no posicionarse. El maltrato psicológico es fácil de normalizar. Muchos hijos son muy pragmáticos y miran a otro lado; han aceptado muchos patrones de comportamiento que son humillantes, salvo situaciones de maltrato físico o de gravedad extrema.

¿Normalmente las víctimas expresan con facilidad su situación?

En absoluto. Están educadas desde la vergüenza, tienen interiorizado que es algo que hay que ocultar. Antes a los maltratadores se les decía «no grites que te van a oír los vecinos»; ahora el mensaje ha cambiado a «grita para que te oigan los vecinos». Era un problema que se quedaba en casa y era muy tabú.

¿Cuáles son algunos síntomas de maltrato psicológico?

Mujeres con ideas muy confundidas (esto lo presentan mujeres maltratadas de cualquier rango de edad). Cuentan que quieren a su pareja, que le tienen miedo, que les da pena… Es muy difícil querer a quien se tiene miedo, son sentimientos incompatibles. Incluso hay veces que ellas ocultan muchas cosas y es necesario rascar con paciencia para acabar descubriendo. Por ejemplo, sobre el maltrato sexual cuesta mucho que hablen. Las jóvenes son más abiertas en este sentido. Las mujeres mayores piensan que es su obligación y que como están casadas tienen que cumplir. Pero en el maltrato todas coinciden en algo: cuando les pregunto si lo que les pasa a ellas le pasara a su ser más querido, ¿qué le dirían?, todas, de forma unánime, responden con contundencia que aconsejarían que abandonen cuanto antes. Es más fácil de ver cuando es en otras personas. Se acostumbran porque el maltrato se adentra poco a poco hasta que las destroza anímicamente y las deja sin autoestima. Es el efecto a largo plazo de humillaciones diarias, amenazas, insultos, desprecios, infravaloraciones…

¿Qué postura debe adoptar el entorno de las víctimas?

Lo que es contraproducente es la presión. En todos los rangos de edad hay que comprender y apoyar. Eso sí, sin restar gravedad ni minimizar el problema, pero siempre desde la empatía.

¿Cuáles son los primeros pasos que, desde la educación, deben darse para evitar que se den casos de maltrato?

La independencia económica es imprescindible. El obstáculo económico es el mayor de todos. Precisamente muchos hombres machistas o misóginos lo que quieren es que la mujer no trabaje y esté en casa porque así la tienen vigilada. También detectar las pequeñas señales que se acaban posando de forma permanente, como el control o la posesión. Las mujeres no tienen que buscar agradar continuamente, para que una relación funcione debe verse amparada por una amistad sólida, donde ambas partes sean iguales y ninguna sobresalga. Por desgracia las más jóvenes tienden a sentirse atraídas por el más “machote” que castiga, y luego esto pueden derivar en maltrato. Antes, esta desigualdad la imponía la Iglesia, la policía, las leyes… pero ahora por suerte todo ha cambiado y hay mucha más conciencia social.

¿Qué queda todavía por conseguir?

Lo que estamos consiguiendo: y es que los hombres tomen conciencia. Esto no es una lucha de hombres contra mujeres, es una lucha de mujeres contra hombres violentos y agresivos. Ellos tienen que entender que no buscamos guerras ni enfrentamientos, sino que abogamos por la igualdad, que nos beneficiará a todos. Mi experiencia me dice, y hay que ser optimistas en esto, que cada vez es mayor la sensibilización de la sociedad. Ahora sí se escucha «esos son los vecinos» por la calle.