Sanidad

Se cumplen 10 años de la colaboración entre la Fundación Jaime Alonso Abruña y el Hospital 12 de Octubre

El hospital dispone de alianzas con distintas asociaciones destinadas a mejorar la atención que reciben los pacientes

Hospital 12 de Octubre
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La colaboración entre ambas partes ha hecho posible un número importante de mejoras y proyectos de renovación en las instalaciones que prestan atención a los enfermos más pequeños. En cada una de estas acciones, el hospital ha asumido la renovación de instalaciones, pintura y señalética, junto a colocación de defensas y frisos de colores en las paredes de pasillos y habitaciones. Por su parte, la fundación decoró las paredes con pinturas infantiles y aportó mobiliario de soporte.

Paciente y familia, los grandes protagonistas

Clotilde Pose, subdirectora de Enfermería, ha informado a LA RAZÓN de que el hospital dispone de talleres, escuelas de expertos, encuestas y distintos planes innovadores y participativos. “De siempre el hospital ha tenido en cuenta a sus pacientes en lo que respecta a la toma de decisiones y al autocuidado”.

Hospital 12 de Octubre
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Clotilde cuenta que hace 10 años comenzó su relación con la Fundación Jaime Alonso Abruña, a raíz de estancias prolongadas en el centro y mucho contacto entre los profesionales y dos de sus hijos ingresados. Todo empezó con la decoración de la planta 7ª-B, donde estaban los niños Abruña. De hecho, la sala de juegos está bautizada con el nombre Jaime Alonso Abruña. Estos ingresos duraderos hicieron que la familia detectase algunas necesidades que mejorarían el entorno del 12 de Octubre. Actualmente están decoradas cuatro unidades: atención pediátrica, enfermería, el mobiliario auxiliar del Hospital De Día (donde van niños crónicos y oncológicos), y el área de consultas externas.

En este caso, se trata de servicios abiertos a perfiles de pediatría, tanto para ingresos como para ambulantes (normalmente pacientes crónicos o enfermedades que requieren procesos de intenso contacto con el hospital). Pilar García, supervisora del área materno-infantil, hace hincapié en los beneficios que esta fundación ha proporcionado: “Mejoran el entorno y la apariencia del hospital, lo hacen más ameno, más confortable y divertido para ellos”. La fundación fue un homenaje al niño fallecido, pero sin embargo la familia quiso seguir trabajando para mejorar la vida de los que vendrían.

María Victoria Martínez, supervisora de planta de hospitalización, ha reconocido a LA RAZÓN el drástico cambio que supone en la vida de los pacientes un ingreso en el hospital: “Tenemos muy claro que, en los entornos de cualquier centro pediátrico, intentamos reducir al máximo los impactos negativos que puedan tener los niños cuando vienen aquí porque les quitamos de sus rutinas. Por ejemplo, disponemos de un parque infantil para que se distraigan y salgan a jugar o pasear, lo llamamos el jardín terapéutico, situado en la azotea junto al aula escolar, y se abre a diario”.

El poder transformador del dolor

LA RAZÓN se ha puesto en contacto con Celia Abruña, directora general de la Fundación Jaime Alonso Abruña y tía de éste. Gracias a la financiación privada de particulares y a la responsabilidad social corporativa de empresas, la fundación cumple diez años de vida y cuenta con proyecciones de futuro a largo plazo.

Hospital 12 de Octubre
Hospital 12 de OctubreHospital 12 de OctubreHospital 12 de Octubre

Nació de la experiencia adquirida de la familia Alonso Abruña entre los años 2005 y 2011. En este periodo de tiempo, los dos hijos de la familia cayeron enfermos: el primero, Pablo, nació con un déficit de una proteína que le provocó un trastorno hepático y le hizo enfermar gravemente. La única solución pasaba por un trasplante. “Pablo ha crecido habiéndose sometido a tres trasplantes y una veintena de intervenciones quirúrgicas con numerosas complicaciones. Vivimos cinco navidades y veranos en el hospital”, cuenta la directora. Hoy Pablo ha salido adelante. Es un niño crónico y tiene un seguimiento riguroso.

En medio de todo este proceso, a su hermano Jaime, un niño sano y sin patologías previas, le diagnosticaron leucemia con tan solo ocho años, de la que no pudo salir adelante. “Las largas temporadas en el hospital trastocaron la vida de toda la familia, concretamente la de los niños afectados y sus padres. Estas experiencias llevaron a que conociesen de primera mano el trabajo de todo el personal sanitario y asistencial; también la situación de otros pacientes y familias que no disponen de medios para afrontar estas desgracias”, comenta Celia. El fallecimiento de Jaime impulsaron a la familia a transformar todo su dolor en fuerza para cambiar las cosas. El objetivo pasó a ser mejorar la calidad de vida de los niños que estaban hospitalizados durante mucho tiempo, así como la de sus padres”.

La vida en un hospital es, en primer lugar, entender que es un mundo de otro mundo, cuenta Celia: “Estos acontecimientos tan duros que rompen tu vida y te quitan tu rutina te meten en otro mundo. Toda gira afuera y tu estas en una órbita muy distinta”. Una vez entendieron esto, lo cual no fue nada fácil, se dieron cuenta de que el 12 de Octubre era una familia en la que todos se conocían y se ayudaban. Así nació la Fundación Jaime Alonso Abruña, cuyo motor y lema fue, es y será que “cada niño importa”.