Opinión
Matrioskas con bata blanca en la izquierda madrileña
Que se trata de una cuestión política deliberadamente amplificada y agravada sin disimulo por los grupos de oposición al Gobierno que preside Isabel Díaz Ayuso, es una evidencia
En la enésima campaña promovida por la izquierda madrileña en torno a nuestra Sanidad, lo único que llama la atención es la pretensión de hacerla pasar por lo que no es. Que se trata de una cuestión política deliberadamente amplificada y agravada sin disimulo por los grupos de oposición al Gobierno que preside Isabel Díaz Ayuso, es una evidencia. Pero conviene ir más allá de las consignas para abarcar en toda su extensión la histórica incoherencia que demuestra. Si a los socialistas, comunistas y demás compañeros de viaje les importase lo más mínimo garantizar la calidad de la asistencia sanitaria a los madrileños, no harían nada de lo que han venido haciendo en los últimos veinte años.
Hoy, como ayer. La izquierda se encerraba hace veinte años para exigir a los gobernantes madrileños que construyeran hospitales de agudos a lo largo y ancho de la región madrileña. Lo hacían después de una transferencia impresentable de las competencias sanitarias, con la herencia de un parque de instalaciones lamentablemente escaso y anticuado que habían sido incapaces de ampliar o rehabilitar cuando fue su responsabilidad. Cuando esas dotaciones fueron una realidad, fomentaron comités de bienvenida todo menos amistosos a quienes las habían impulsado. Aquí el pretexto era que se habían hecho con colaboración privada, lo que para un madrileño atendido con la misma calidad y gratuidad que en un centro construido solo con esfuerzo fiscal era y es del todo irrelevante, como así se demostró con el intenso uso de todos los nuevos centros. Aunque en la izquierda sigan hoy sin darse por enterados.
La siguiente fase de reclamación fue defender que no había que haber construido tantos hospitales de agudos, sino más centros destinados a enfermos crónicos. Nada que objetar, de no haber sido porque quienes encabezaban las manifestaciones por la construcción de los primeros también eran socialistas y comunistas. Pero como ése es un debate demasiado técnico, había que reformular la cuestión y así es como entramos en las reivindicaciones sobre la atención primaria. Con la peculiaridad de que se escoge para ese campo de batalla la región española con mayor cobertura horaria de primaria; aquella donde se habían construido más nuevos centros de salud en menos tiempo; la misma que en los últimos años se ha implicado en un plan de mejora de infraestructuras y recursos –también humanos– para mejorar un servicio que, a pesar de ser uno de los mejores de España en su género, es evidentemente mejorable. Por falta de espacio no nos entretendremos hablando del sainete de abominar ahora de la atención domiciliaria cuando se prometía en un programa electoral hace año y medio. O de cómo quienes frivolizaban con el COVID en febrero de 2020 luego lo convirtieron en un indecente ariete contra el gobierno de la Comunidad de Madrid. Aunque esto último tiene que ver también con la situación de la atención primaria, en Madrid y en toda España, desde hace tres años. Por mucho que lo nieguen. Sucede que en el debate sanitario –especialmente en éste– la Izquierda funciona como una matrioska dialéctica, en la que bajo una figura concienciada con bata blanca reivindicando más recursos sin decir en qué o cómo gastarlos late la de un activista profundamente ideologizado, contrario a la libertad de elección sanitaria y, bajo la de éste, a su vez, la de un burócrata comunista, simple y llanamente contrario a la libertad.
Diego Sanjuanbenito es diputado del PP en la Asamblea de Madrid
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