Historia

San Isidro, tan africano como usted: los expertos explican el porqué de los rasgos del patrón de Madrid

La historia medieval de Madrid explica los hallazgos del reciente estudio hecho al cuerpo del patrono de la ciudad

Imagen del santo durante la presentación del estudio forense realizado a su cuerpo
Imagen del santo durante la presentación del estudio forense realizado a su cuerpoA.M.

Hubo un hombre en el Madrid medieval que, aún con la sencillez de quien se dedica al trabajo y a su familia, tuvo fama de santo incluso antes de morir. Su historia ha sobrevivido al paso de las generaciones, haciendo de san Isidro Labrador no solo el patrón de Madrid, sino también de muchos otros lugares del mundo en los que la tradición agrícola está presente. Unos cuarenta años después de su muerte, y debido a aquella fama de santidad, fue desenterrado. Para sorpresa de los presentes –y de todos los que, en los siglos posteriores, han conocido su historia– el cuerpo se hallaba incorrupto. Y así ha permanecido hasta hoy, 900 años después. “Si algo tiene san Isidro es que une lo sagrado y lo profano: quien tiene fe, ve un milagro; y quien no, un hecho absolutamente asombroso”. Así lo asegura Luis Manuel Velasco, presidente de la Real Congregación de San Isidro de Naturales de Madrid e impulsor del estudio forense que se ha hecho al cuerpo del santo labrador con motivo del cuarto centenario de su canonización.

“La historia de san Isidro nos ha estado contando muchas cosas a lo largo de los siglos, pero lo más interesante es que, a día de hoy, su cuerpo sigue hablándonos”, subraya. Así, el estudio ha venido a unirse a las fuentes históricas para dar pistas no solo de quién fue san Isidro, sino, también, de cómo era el Madrid en el que vivió. En primer lugar, explica cómo eran los enterramientos en la época. “Se hacían directamente en el suelo, sin ningún tipo de protección”, señala Velasco. De hecho, que aquel cementerio de la parroquia de san Andrés se anegase cada vez que llovía no solo hace más impactante el estado de conservación del cuerpo, sino que se puede apreciar en las marcas que el agua ha dejado en sus huesos.

“Se ha armado mucho revuelo también con el hecho de que el estudio haya revelado que tuviera orígenes del norte de África, y por cómo ha resultado la imagen elaborada a partir del cráneo”, continúa Velasco. Un hombre de tez morena y ojos y pelo oscuros. Pero, en realidad, esto no ha resultado nada sorprendente ni para la Hermandad ni para la comunidad científica. “Madrid, desde su nacimiento, ha sido un lugar de paso dentro de la Península, así que no es extraño que hubiera una gran mezcla de razas”, dice. “Nos pensamos que eso de la multiculturalidad es algo nuevo, pero para nada es así”, afirma. “San Isidro tenía orígenes norteafricanos como podemos tenerlos todos nosotros”, asevera, “¡y claro que era moreno! ¡Era un hombre que se pasaba la vida trabajando en el campo!”. Por su parte, José Santiago Palacios, profesor del departamento de Historia Antigua, Medieval, Paleografía y Diplomática de la Universidad Autónoma de Madrid, tampoco se muestra sorprendido por estos resultados del estudio. “El Madrid medieval es una sociedad mixta, y el propio origen del topónimo Mayrit, tal como revela una investigación reciente, es posible que fuera de origen bereber”, apunta. “No es algo descabellado pensando que, en el centro de la meseta, es muy probable que la mayor parte de la población andalusí fuera de origen bereber porque en la Península Ibérica había más musulmanes bereberes que de Arabia, simplemente porque el intercambio es más cercano y más rápido con el norte de África”.

Del mismo modo, Palacios señala que hay otras ciudades donde también se ha descubierto ese origen bereber de la población. “Un ejemplo está tan al norte como es el caso de Pamplona, donde, al excavar una necrópolis islámica, que por fechas parece que pertenece a los primeros momentos de la conquista, en el siglo VIII, al hacer análisis genéticos a esas poblaciones lo que se determina es que es muy probable que sean de origen norteafricano, por lo que no es impactante que el cuerpo de san Isidro presente también esta hibridación”. “De todas formas”, continúa Palacios, “lo importante es lo que esto nos puede enseñar, porque no solo da solidez a esa metáfora de que Madrid es una ciudad de acogida, sino que nos hace reflexionar acerca de nuestros orígenes comunes para ser una sociedad más abierta, más integradora”.

Sí, san Isidro habla de un Madrid que, ya entonces, era un lugar de encuentro entre distintas razas y culturas. En este sentido, Palacios subraya la necesidad de reivindicar el pasado medieval e islámico de la ciudad. “Madrid tiene un pasado medieval mucho más prolífico de lo que parece”, dice. “Tenemos una memoria muy corta en cuanto al pasado de la ciudad, sobre todo en lo que respecta a lo medieval en general y a lo islámico en particular, probablemente porque la capitalidad de Madrid se configura con los Austrias, y alrededor se construye esa idea de ciudad ya de época moderna, y parece que no tuviéramos pasado”, explica, convencido de que “sí que hay mucho de ese pasado medieval e islámico del que Madrid debería sentirse orgulloso”.

Así, Palacios describe un Madrid, en el siglo XII, que era una ciudad “muy pequeñita”, que ocuparía lo que ahora mismo es, más o menos, el entorno de la catedral de La Almudena y las zonas aledañas. “Unas cuatro hectáreas”, indica. “Desde luego, no pasaba el arroyo del barranco de la calle Segovia y la Cuesta de la Vega, aunque había arrabales en la zona de las Vistillas, por ejemplo, y la zona de la iglesia de san Andrés. En la Plaza de la Cebada, próximo a lo que hoy es la calle Toledo, había un cementerio islámico, y en la parte norte, hacia donde se encuentra la Plaza de Oriente, habría otro que no se ha localizado pero que por toponimia sí se conoce”. Hay, de hecho, todavía hoy, restos de ese Madrid medieval, como la muralla islámica de la Cuesta de la Vega o los recientemente escavados en el museo de las colecciones reales, y una pequeña atalaya en la Plaza de Oriente. “Existen también restos de pequeñas iglesias que se mencionan ya en documentos de los siglos XII y XIII, las llamadas colaciones o parroquias”, continúa Palacios. Era, además, una ciudad de frontera, sobre todo en este periodo de paso entre la era árabe y la era cristiana. El periodo, precisamente, en el que nació san Isidro, cuya fecha de nacimiento estimada se sitúa a finales de la década de 1070. Aproximadamente en 1085, Madrid pasaría, por la conquista de Alfonso VI, a ser cristiana. Precisamente por el hecho de que antes de la llegada árabe Madrid no existía, a Palacios no le gusta hablar de reconquista, sino de conquista.

“Al ser conquistada a finales del siglo XI, durante el siglo XII Madrid es una ciudad fronteriza en la que hay distintos momentos de peligro. Pero esas sociedades de frontera, además, son siempre mixtas: por supuesto, cristianos, judíos, musulmanes, cristianos con un origen anterior a la conquista, es decir, los mozárabes, mudéjares… y permaneció así durante toda la Edad Media. En cualquier caso, es una sociedad muy mixta, por supuesto con una élite militar y cristiana, la élite del concejo también era cristiana”. Pero, además, “había también otros colectivos que, curiosamente, se identificaban con una profesión determinada. Los musulmanes parece que se dedicaban mucho al campo, a la construcción, a la fabricación de pieles…”.

Y sí, en una sociedad así también se produce un cierto sincretismo cultural y religioso. “A san Isidro se le considera santo incluso antes de morir, o, al menos, una persona extraordinaria”, señala Palacios. “Y hay algo muy curioso que es que, en la tradición islámica existen las figuras de los santones, que eran hombres considerados, efectivamente, personas de gran prestigio, a quienes incluso se les podía atribuir algunos milagros”, explica. Es más, “aunque no está totalmente documentado, se cree que la familia de san Isidro viviese en la zona mozárabe de la ciudad”. De esta manera, aquella consideración que se hacía a personas extraordinarias en el Madrid islámico anterior a la conquista, “también se ve, en el Madrid cristiano, en la figura de san Isidro”. “Lo que está claro es que era un hombre bueno, humilde, pero de un modo extraordinario”, subraya Velasco. Tanto, que aquel laico, padre de familia, labrador de una pequeña ciudad, era canonizado junto a figuras teológicamente tan relevantes como Santa Teresa de Ávila o San Felipe Neri.

Santo por petición popular

“Es una figura interesante tanto desde el punto de vista histórico como religioso”, afirma Cristina Tarrero, historiadora y directora del Museo de la Catedral de La Almudena. “Es un hombre al que el pueblo reclama como santo, no es la Iglesia quien lo impone, y, además, esa popularidad no se ha perdido con el paso de los siglos”, asevera. “Es una figura ejemplar que surge en un momento muy complicado de la historia”, añade, y cuyo legado se ha visto “muy unido a la tradición oral”. Una tradición que, para ella, no le resta valor. “La tradición oral está ligada a los hechos”, dice, “se le pueden añadir cosas para darle un valor narrativo o metafórico, pero eso no le quita valor al propio relato”. “Desde entonces los madrileños le tenemos como ejemplo, porque la tradición se ha mantenido desde aquel Madrid pequeñito”.