El Madrid de
Ana Escobar: «Soy una romántica de las pequeñas historias»
Pionera en dar sabor a la comunicación o en vender un Menú Ejecutivo. Una conversación que es historia de la ciudad
En su momento más álgido y de ebullición, si algo no le falta a la capital actualmente son agencias de comunicación. Sin embargo, esta normalidad no lo era hace 30 años, cuando esta madrileña «de pura cepa» decidió no poner límites a sus sueños. Quizá su condición de ser bisnieta, nieta e hija de periodistas fue la causa por la que heredó sus dotes en el mundo de la comunicación. Razón también por la que lidera la primera agencia de comunicación gastronómica de Madrid: Acción y Comunicación (1994).
Algunos recordarán La Época, el diario conservador vespertino de Madrid entre 1849 y 1936. Allí trabajaron sus antecesores. «Tengo el convencimiento de que esa visión periodística de buscar la noticia, entender y querer contar historias viene de ahí», dice Escobar. Confiesa que se siente muy afortunada por poder ejercer su vocación, hasta tal punto de «perder la sensación de estar trabajando», que lejos de ser un mensaje enlatado es una verdad que su trayectoria ratifica. Siempre tuvo las ideas muy claras, y pese a haber nacido en otra época en la que la mujer gozaba de escaso protagonismo, Ana Escobar siempre buscó su independencia: «Mi objetivo no era casarme sino trabajar, sentirme libre».
Tuvo la suerte de conocer a Rafael Ansón, quien fue empresario y político, además de presidente de la Real Academia de Gastronomía y que sigue presidiendo la Fundación de Estudios Sociológicos. Ansón colaboraba en La Revista, donde se encontraba la sección «Comer en casa de». Lo quiso hacer con el tío de Ana, Luis Escobar Kirkpatrick, director de teatro y VII marqués de las Marismas del Guadalquivir. Así se conocieron. «Él me dio mis primeras oportunidades laborales. Gracias a él aprendí a convocar a la prensa y me di cuenta de la importancia de contar las cosas. Y como apasionada de la gastronomía, con una excelente cocinera de madre, quise enfocarme en este sector. Hice una carta a diez restaurantes ofreciendo servicios de comunicación y me tiré a la piscina». Y ojo, una carta escrita, con sello y buzón, que eran otros tiempos. «¿Qué es la comunicación? Hacer las cosas bien y hacerlas saber. ¿Y quién lo hace saber? Acción y Comunicación. Me quedé tan ancha y lo envié», confiesa entre risas. Así llegó su primer cliente, a quien todavía hoy mantiene. Hablamos del dueño del restaurante chino del Villa Magna Tse Yang, Miguel Ángel García Marinelli (ahora en el romántico francés Le Bistroman). Miguel Ángel llevaba el único chino de lujo de Madrid, quería que su concepto no fuese de restaurante caro sino bueno y ampliar su mercado. Con ello nació el primer menú ejecutivo de Madrid, luego llegó el de Zalacaín y muchos otros. «Siempre he sido muy soñadora, intrépida, espontánea y con una autoestima indestructible». Esas cualidades la ayudaron, sin duda, además de definirse como «una romántica de pequeñas historias». Con esos ingredientes, el resultado tenía que funcionar.
«Gracias a mi trabajo aprendo todos los días». Raro es el día que Ana Escobar no conozca a alguien nuevo. La calle, los viajes y su relación con prensa es lo que la enriquece, comenta. Ana tiene la potestad de hablar de la evolución de Madrid, desde una ciudad muy pequeña donde funcionaba el boca a boca hasta convertirse en capital mundial. «Entonces estaban los grandes restaurantes, Horcher, Jockey, Zalacaín, Príncipe de Viana; también Lucio, Casa Botín… Pero todo empezaba a cambiar y extenderse; a diferencia de lo que ocurre ahora, en Madrid estábamos los nacidos aquí; ahora es lo más cosmopolita».
Y además, pese a las dificultades de una mujer joven y empresaria en un entorno muy masculino, su determinación rompió cualquier límite: «Siempre me ha gustado salir, quería tener mi propia economía; así que me dio igual que me cerraran puertas. Yo entraba porque sabía lo que quería y le había encontrado sentido: cuando daba mis servicios de Acción y Comunicación, a esos sitios les iba mejor. Nunca se me han caído los anillos por trabajar y mi equipo lo puede corroborar». Se lo apuntó como un mantra: «joven, pero sobradamente preparada», señala. Y si hay cosas que son innatas o vocacionales, las relaciones públicas son una de ellas: «Enviar unos mails o hacer unas facturas se puede delegar, pero hay otra parte que es el gusto por las personas y ver la historia en los proyectos, una visión que llega de mi familia periodista».
Ruta de fiesta y gastronomía
En verano iba a la Granja de San Ildefonso, donde aprendió a nadar en un lago natural. De parques destaca El Retiro o La Casa de Campo, puesto que le fascinaba ir al zoo y al Parque de Atracciones.
La fiesta madrileña se la conoce como pocos. Ana siempre ha sido de bares, por ello es «la ESCO-BAR», ríe. Junto a sus amigos frecuentaba, en San Juan de la Salle, Aki Madrid y Hora Punta, donde tomaban «minis». Con sus amigos, primero arrancaban en un hawaiano de Serrano –empezaba a llegar ese nitrógeno líquido en la coctelería–; luego La Chocita Sueca en Luchana; o Chapandaz en Moncloa, con su mítica leche de pantera. Por último, cogían el autobús verde que llamaban la Llorente y acababan en Oh! Madrid, en carretera de La Coruña y que se inauguró justo cuando ella cumplió 16 años. Aire, Keeper en Juan Bravo, If en María de Molina o Snobissimo en López de Hoyos eran algunas de las paradas de fiesta para los jóvenes de entonces. Recuerda que Pizza Jardín era su restaurante favorito para ir con su pandilla, el punto de encuentro. También La Creperie. Ahora recomienda los emblemáticos Desde 1911 o Sacha.
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