Arte
Cuatro décadas del lifting a la Cibeles
La restauración de la Cibeles, llevada a cabo en los años 80 del pasado siglo, descubrió trabajos anteriores y facilitó realizar una copia para la capital de México
«Estamos trabajando para Usted». Un cartel, con una leyenda similar, bien se le podría poner al conjunto escultórico de la Cibeles, en pleno centro de Madrid. Una imagen de la diosa griega Tierra, consideraba la personificación de la fertilidad, una diosa de las montañas, de la Naturaleza y los animales que tiene su «trono» principal en la capital española. Y es que lo cierto es que desde aquí se ha hecho universal. Incluso se podría decir que tiene un ascendente deportivo, en concreto futbolístico... pero esa es otra leyenda. El caso es que la diosa, ahora castellana, llegó a donde está por deseo de un rey de origen napolitano: Carlos III. A él se le debe el embellecimiento de la capital de las Españas al concebir, allá por 1782 esta y otras esculturas, como el Neptuno o el Apolo, como elementos que articulaban el proyecto de regularización y adorno del nuevo -por entonces-, Salón del Prado de San Jerónimo. En la que nos ocupa, la Cibeles, los autores fueron Francisco Gutiérrez, quien creó la figura de la diosa y el carro; Roberto Michel, autor de los leones y el trabajo más callado pero igualmente clave del adornista Miguel Ximénez, de acuerdo con el diseño del genial Ventura Rodríguez, espíritu creativo de la magna obra. La diosa y los leones fueron esculpidos en mármol cárdeno del pueblo de Montesclaros (Toledo). Hasta ahí el proyecto y la idea primitiva. Ahora llega el paso del tiempo, las ocurrencias, la universalidad y el día a día, con sus lluvias, calores y fríos, que obligaron a mil y una intervenciones para salvaguardar un patrimonio universal. Así las cosas, y dentro de ese devenir del que hablábamos, en 1891, el Ayuntamiento de Madrid traslada el conjunto a su actual ubicación, la ya conocida como plaza de Cibeles, antes denominada plaza de Madrid o plaza de Castelar, pues esto va por épocas. Un espacio clave de poder, al lado del Banco de España y en el cruce de lo que sería el «nuevo Madrid», el formado por la Castellana, eje vertebrador de la ciudad, junto con la calle de Alcalá y, en poco tiempo, con una Gran Vía que se hacía más necesaria por momentos para descongestionar la ciudad.
Pero a lo que nos ocupa. Durante una de esas obras de restauración de la fuente de la Cibeles, tan necesarias para adecentar un monumento al aire libre y las inclemencias, allá por 1980, se decidió realizar un molde de este grupo escultórico para que se pudiera realizar una copia exacta del monumento, que acabaría instalándose en la ciudad de México.
Allí, en pleno centro de la capital azteca, en el cruce de las calles Oaxaca, Durango, Medellín y el Oro, se alza castiza la «otra» Cibeles que con el paso de los años se ha convertido en punto de referencia para los locales y para las decenas de miles de españoles que viven en el Distrito Federal.
Curiosamente, durante aquellos trabajos, una copia en polyester fue extraída de ese molde y se conservó en el Museo de Historia de Madrid, entonces Museo Municipal, para que quedara testimonio de esta operación de limpieza y analizar su estado físico tras el paso de los siglos. La importancia de esta figura radica en que la copia fue realizada antes de la restauración de la fuente, por lo que es posible comprobar, de primera mano los desperfectos que la figura de la diosa había ido acumulando a lo largo de los tiempos. Caso principal y más evidente es la grieta que casi separaba en dos la escultura, aunque también se pueden observar otros como la tosca reparación que se había hecho de una rotura en su nariz. Un ejemplo de que la buena intención no iba acompañada ni de la pericia ni de la profesionalidad.
En 1981, a punto de cumplir su segundo centenario, se procedió a la total restauración de la fuente. Para la reintegración de las piezas que faltaban se utilizó resina con polvo de mármol. Técnicas modernas para salvar el paso del tiempo y sus «golpes». Los mismos que se intentan evitar, en cada celebración de las victorias futbolísticas, poniendo medios y cercando a la diosa para que el entusiasmo de algunos no deje mella en ella. El caso es que, en aquellos años 80, se restauraron la cara del león izquierdo, la cara de uno de los niños, los adornos de la rueda posterior izquierda. La diosa recuperó los dedos pulgares de los pies y el cetro de la mano derecha, entre otras ausencias significativas. Por suerte, existían datos e imágenes de cómo era el proyecto original. Una imagen, por lo demás, que podemos contemplar ahora, igual y como la pensó Ventura Rodríguez. Y eso que la «señá» Cibeles, como se solía decir hace años, «pasó una guerra». Bueno. Ella en realidad pasó muchas. Demasiadas.
Volviendo al plano artístico y técnico de la restauración, al separar el busto de la Cibeles se pudo comprobar que aparecía recompuesto desde antiguo, por espigas metálicas, aún en buen uso, que volvieron a ser utilizadas -pues historia eran ya también-, en la restauración, procediéndose después, como apuntamos y detalló fielmente el Ayuntamiento de Madrid, al sellado de la junta.
En ese «limpiar» constante de la Cibeles no podemos olvidar que en 2002 la fuente tuvo que ser restaurada con motivo de un acto vandálico. La triste madrugada de un sábado a finales de septiembre, unos jóvenes se subieron a la escultura para romper su mano izquierda y arrojaron la pieza a un contenedor en Entrevías. Tras este acto vandálico, el Consistorio capitalino tuvo que invertir alrededor de 30.000 euros en su reparación. Dinero de todos para «solventar» un grave incidente provocado por la violencia de unos pocos.
Y todo para cuidar un monumento que superar a Madrid, que para muchos es la representación y emblema de la ciudad pero que tuvo un origen, más allá del adornoy embellecimiento del Paseo del Prado, de utilidad pública. Y es que la fuente de la Cibeles contenía dos caños. De uno de ellos se surtían los aguadores oficiales que llevaban agua hasta las viviendas, los también conocidos como azacanes. Una profesión en el olvido. De otro los caballos bebían de un pilón.
Todo ese agua que daba sentido a la fuente... y de beber a los madrileños, procedía de un viaje de aguas que, muchos aseguraban, tenía propiedades curativas, capaces de eliminar cualquier mal, y que fue ordenado en el Canal de las Pascualas. Allí sigue corriendo, bajo la estatua de la Cibeles, la diosa de la naturaleza, de las cuevas. Algo muy apropiado a la naturaleza mágica y natural de esta diosa de Madrid.
Neptuno también acusó el paso del tiempo
A pocos pasos de la Cibeles está él. Su reino son las aguas y los mares, que gobierna cabalgando sobre las olas en caballos blancos. Es el Poseidón de la mitología griega. Este Neptuno, emblema del Atlético de Madrid, también tuvo una «azarosa vida». A principios del siglo XIX se repuso el tridente de bronce por otro de hierro dorado. Luego sufrió varias «reparaciones», como en 1969, cuando se añadió otro pilón, o en los años 80, cuando se repusieron piernas, dedos, aspas y tantas cosas cercenadas por el tiempo.
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