Arte
Lavapiés, un lienzo al aire libre para los artistas urbanos
Hablamos con cuatro de sus artistas participantes que, con sus obras, buscan reivindicar la identidad del barrio
Las calles de Lavapiés han vuelto a transformarse en un museo a cielo abierto gracias a su festival de arte urbano. Durante una semana, fachadas, cierres y muros del barrio han sido intervenidos por artistas de distintos estilos, desde el hiperrealismo hasta la pintura expandida con realidad aumentada. Entre los creadores que han dejado su impronta en esta edición del concurso «Calle 2025 Lavapiés» destacan cuatro madrileños con visiones muy distintas del arte callejero. En su momento, les entrevistamos cuando sus obras estaban a punto de completarse. Hoy, ya terminadas, son parte del nuevo paisaje de Lavapiés.
Hablar de arte urbano en España es hablar de Sfhir. Considerado uno de los muralistas más impactantes del momento, este artista madrileño ha inaugurado el festival con «Mirada Andaluza» una obra fuera de concurso patrocinada por Cerveza Alhambra. Su mural en el número 26 de la calle Amparo es una mezcla de tradición y modernidad: el rostro de una mujer con rasgos diversos –hindú, gitana, árabe– nos observa desde una celosía andaluza que evoca la Alhambra. «Conocía el festival y siempre me mucha ilusión intervenir con mi obra en mi ciudad», cuenta a este periódico. «Quise darle un giro multicultural porque Lavapiés es eso, un crisol de culturas». Su presencia en el festival se enmarca en un año lleno de oportunidades tras ser reconocido como el creador del mejor mural del mundo en 2023. «Ese premio me ha abierto muchas puertas. Ahora mismo estoy trabajando en el Palacio de Vistalegre, en lo que dicen que es el mural más grande de Madrid. Es increíble, porque he ido allí a un montón de conciertos y poder pintar su fachada ha sido un regalo». El artista valora especialmente la libertad creativa que le han dado en este nuevo proyecto, aunque esté financiado por Mahou. «Creo que cuando un artista tiene margen para expresarse, la obra lo agradece», señala. Después de su paso por Lavapiés y Vistalegre, seguirá dejando su huella en otras ciudades como Salamanca, Alcalá de Henares y Vigo. Pero su «Mirada Andaluza» seguirá observando a los vecinos y visitantes de Lavapiés por mucho tiempo.
Para Basave Cavanna, cada mural es un diálogo con el espacio en el que se inserta. Por eso, cuando le asignaron la fachada de la Lonja de La Corrala (Tribulete, 13), supo que tenía que plasmar la esencia del lugar. Su obra es un homenaje a los mercados de abastos y a la historia del barrio, representada a través de la imagen de un joven con un pescado entre las manos, sobre un fondo de azulejos de aire árabe. «Me enteré del festival por amigos que habían participado en otras ediciones. En este mundo nos conocemos todos», nos explicó mientras ultimaba los detalles de su pintura. «Llevo doce años trabajando de muralista para empresas, pero ahora quiero lanzar mi propio proyecto, así que este festival es una gran oportunidad para darme visibilidad». La elección del motivo no fue casual. Habló con Luis, el propietario de la lonja, y decidió explorar archivos históricos en busca de una imagen que evocara la nostalgia de los mercados de toda la vida. «Al final, hice una interpretación con mi toque cromático, que es mi seña de identidad». Pese a su experiencia pintando cierres, este mural le supuso un reto técnico. «Este tenía bastante relieve y eso complica mucho meter detalles. Pero estoy muy contento con el resultado». Su obra no solo representa a la Lonja de la Corrala, sino también la esencia de Lavapiés: barrio, tradición y multiculturalidad.
El colectivo artístico Casa en Llamas, formado por Alejandra, Andrea, Belén y Laura, ha vuelto a participar en el festival por segundo año consecutivo. Su mural, titulado «La Emperatriz de Lavapiés», es un homenaje a las mujeres del barrio. «Hemos querido representar el Lavapiés castizo y feminista», nos contaron Alejandra y Andrea mientras pintaban los últimos detalles. «Por eso hemos elegido a una chulapa como protagonista y hemos incluido elementos icónicos del barrio: la corrala, la Filmoteca, la Tabacalera, las cañas y tapas, los claveles…». Uno de los mensajes más potentes del mural está en la fachada de La Tabacalera, donde se lee «Cigarreras al poder», en honor a las mujeres que trabajaron allí durante décadas y lideraron movimientos vecinales clave. «Queríamos visibilizar a las mujeres mayores del barrio. Mucha gente pasa, mira el mural y busca parecidos con nuestra protagonista, lo que nos parece precioso», explicaron. A diferencia de la obra que realizaron el año pasado en la calle Santa Isabel, esta vez han trabajado sobre una superficie plana, lo que les ha permitido centrarse más en los detalles. Usan pinceles y acrílicos, una técnica más lenta que los sprays pero que les permite plasmar su estilo característico de colores pastel. Para ellas, este festival es un espacio de encuentro y reivindicación, y su emperatriz seguirá reinando la fachada de La Buga del Lobo (Argumosa, 11).
La obra de Leyvel, en el 77 de la calle Amparo, es mucho más que un mural: es una puerta a un mundo digital. Esta artista madrileña combina pintura y realidad aumentada para que sus creaciones cobren vida a través de la pantalla del móvil. «Lo que hago es recortar partes del mural y animarlas por capas. Si lo ves con TikTok, los elementos se mueven, como un filtro de Instagram aplicado a la propia obra», señaló. Su mural de este año representa un tigre con cuernos, una imagen que originalmente era un boceto para otra obra. «Cuando se lo presenté a los de la peluquería ZHERVÖ, les encantó porque encajaba con su identidad. Es como el guardián de la puerta del local». No es la primera vez que Leyvel sorprende al público de Lavapiés. El año pasado ganó el segundo premio del festival con un mural en la calle Argumosa en el que unos leones parecían salir de la pared. Para ella, participar en este evento ha sido un antes y un después. «Vengo de la sierra y veía muy difícil acceder al mundo profesional del arte. Este festival me ha permitido darme a conocer y conectar con otros artistas». Aunque reconoce que pintar en la calle es una experiencia intensa –«te dan opiniones todo el rato, buenas y malas»–, ha aprendido a aceptar la efimeridad del arte urbano.«Entiendo que esto desaparecerá, así que me quedo con el proceso y la experiencia».
Un año más, este festival vuelve a demostrar que la calle es el mejor museo. Gracias a artistas como estos, el barrio renueva anualmente su piel con murales que reflejan su identidad, su memoria y su futuro. Pasear por sus calles es ahora una oportunidad para descubrir nuevas historias, detenerse a mirar y, en algunos casos, incluso ver cómo el arte cobra vida a través de una pantalla.