Tabernarios

Los Navarros: una «parroquia» en el corazón de Vallecas

Es la taberna que mejor resume el alma del barrio. Los callos, las gallinejas y el cocido del jueves, indispensables

Santi, con los callos de Los Navarros
Santi, con los callos de Los NavarrosGonzalo Pérez MataLa Razón

En el mapa emocional de la ciudad está el barrio de Vallecas. Mucho más que una simple barriada clásica, porque es lugar de destino y de elección vital de muchos ciudadanos que solo quieren sentirse de allí. Y hay una taberna llamada Los Navarros que resume mejor que cualquier retórica el alma del barrio de Vallecas.

El rótulo es el apellido de una familia que durante tres generaciones, por un espacio cercano a los setenta años, ha ido creando un lugar que es mucho más que negocio de hostelería, pues se aproxima a ese añejo casino de provincias o al centro cívico donde las sucesivas edades y condiciones se van amalgamando como pura expresión de tolerancia. Igual da la ideología, la clase, el periódico que se lea pues el punki o su contrario están en casa. Es el maravilloso desconcierto que tiene esta ciudad. La tolerancia por encima de la política se expresa en ese tabernero de puro ADN como es Santi. Tal vez nunca llegará a alcanzar la maestría y pericia de su abuelo Gaspar pelando boquerones, o el auténtico saber estar de su padre Ambrosio, pero Santi es la imagen vida de lo que queremos y amamos los madrileños cuando nos dejamos zambullir en la magia de un bar de la capital.

Antes de todo fue despacho de vinos y esa pasión se transmite en el lugar de mejor trato enológico de todo Vallecas. Ya le gustaría a muchos restaurantes de los que todavía quedan para orgullo de la zona, tener esa despensa y complicidad de vinos y espumosos de todas las latitudes. En Los Navarros y sus paredes vestidas con tebeos clásicos se respira mucha alegría de la sana. Nunca la locución «el bar de siempre» estuvo mejor aplicada.

Un próspero «matrimonio»

Además de beber, que en este tabernáculo se viene a discreción para aplicar esa máxima de que no hay nunca mejor plan que el vaso compartido, hay una estupenda manduca. Los callos de pregón son de otro mundo, hechos con un fondo de quitar el hipo, y las gallinejas, entresijos como el tributo a esa gastronomía perdida en el foro, por no hablar del matrimonio que no necesita Juzgado y que aquí es de boquerón terso junto a la anchoa sabrosa. Los jueves, milagro diría Luis García Berlanga, pero aquí cocido del bueno. Por supuesto, un menú del día a precio insólito, mucho cuchareo y cultura guisandera, y ese mimo del pucherito del que nunca debimos renegar.

En este ateneo de buena vida pasan personajes como el Papi, Angelito Vellón, el auténtico alcalde del barrio aunque no sea vallecano, o Raúl Valentín el prócer de los bacalaos de anzuelo. En la esquina de la entrada, Iván se recupera de su lesión de rodilla mientras entran y salen de una escena absolutamente viva los personajes de este figón de los milagros.

Puedes no ser nadie según el banco o la inspección de hacienda pero en Los Navarros eres gente. Santi, desde el otro lado de la barra, donde oficia como un auténtico catedrático de felicidad, tiene para todos una palabra o una broma cachondona. Lo propio de una ciudad abierta que ni Rosellini para Roma hubiera imaginado.

Este es un bar de confianza llamado parroquia que más tertulianos tiene. Un ponche de media mañana o una cerveza donde aferrarse como náufragos de vida. Vallecas bien vale la mirada poética de Madrid. Y en Los Navarros todo tiene sentido.

Los callos, a fuego lento

►Los callos castizos solo tienen un secreto. Y ese es el de la ejecución a fuego lento. No hay mejor receta que elegir la buena pieza, el chorizo, la morcilla, el pimentón de La Vera, y dejar que todo se exprese de una manera cariñosa y profunda. Cañí cañí.