Rudimentos

Este fue el CSIC del siglo XVIII: el Real Gabinete de Máquinas de Madrid

Una institución que abrió las puertas a la investigación en España y que hoy en día ha sido olvidada

Casón del Buen Retiro
Casón del Buen RetiroAgencia EFE

Aquella desdichada afirmación de «que inventen ellos», que alejaba hacia Europa todo interés científico e investigador de los españoles, no siempre fue así. En el origen de la ciencia moderna tenemos, hacia 1788, a un ilustrado, el conde de Floridablanca, que aprobó el proyecto de crear en la capital un Gabinete de Máquinas a partir del material que habían elaborado unos ingenieros, al frente de los cuales se encontraba un hombre muy notable de la técnica y la ciencia que se hacía en España y en Europa: Agustín de Betancourt.

Para todos aquellos que dudan en que las novedades sean cosa de una persona o sea una iniciativa social o gubernamental, tenemos a Betancourt, un genio nacido en Puerto de la Cruz, Tenerife, en el seno de una familia acomodada. Él estuvo en el origen de todo. Principios quieren las cosas, y en su caso fueron los mejores, pues tuvo una buena formación científica en matemáticas y física. De ahí que el conde de Floridablanca le mandase a París como becario, con el fin de realizar una ampliación de conocimientos en diversas ramas de la ingeniería, muy especialmente en geometría y arquitectura subterránea. El canario llevó a cabo un buen número de inventos, entre los que se puede destacar el telégrafo óptico entre Madrid y Aranjuez, que data de 1802. No obstante, su obra escrita de mayor relieve es el «Ensayo sobre la composición de las máquinas», publicado en París en 1808 y realizada en colaboración con el también ingeniero José María de Lanz. Una obra que, para muchos, está considerada el primer manual de máquinas y mecanismos en la historia de la ingeniería europea. Ahí es nada para haber dejado la «inventiva» en manos de extranjeros...

Con todo, Betancourt no fue el único que estuvo en París en esto de «las máquinas». Otros muchos, con su ayuda y dirección, diseñaron planos, construyeron maquetas y realizaron informes de todas las máquinas que pudieran ser de utilidad para las obras públicas, para las hidráulicas, para la industria metalúrgica y para la textil.

Al parecer, Betancourt estuvo en el origen de impulsar un Real Gabinete de Máquinas sobre la base de los materiales que había realizado los científicos e ingenieros españoles que habían sido becados en París. Todos ellos llegaron a sus conclusiones, hay que apuntar, gracias a la ayuda de la Corona, decidida como estaba a mejorar e impulsar la vida de los españoles.

El resultado fue el primer museo español dedicado a la ingeniería: una colección espléndida que fue llevada a Madrid en 1791 e instalada en unos salones del Palacio del Buen Retiro. Todo estaba constituido por 270 maquetas, 359 planos y 99 memorias. Y a la vista de todos, pues fue abierto al público para que lo pudieran apreciar quienes lo desearan.

Aquí es cuando entra en escena el malagueño Juan López Peñalver. Debido a que Betancourt se encontraba la mayor parte del año fuera de nuestro país, Peñalver editó en 1794 dos obras importantes relacionadas con el Gabinete: el Catálogo del Real Gabinete de Máquinas, y la Descripción de las máquinas de más general utilidad que había en el Real Gabinete. A partir de aquí la cosa, azares de la vida, deberá encajar un vuelco. Al iniciarse la Guerra de la Independencia, y como consecuencia de la instalación de los franceses en el Real Sitio, los materiales del Gabinete fueron llevados a las Salas de Dibujo de la Academia de Bellas Artes, en la madrileña calle de Alcalá. Después, volvieron al Buen Retiro y en 1814 fueron al Palacio de Buenavista. Desde entonces, se disgregó la colección, que acabó, diseminada, en el Museo de las Máquinas de la Escuela de Caminos, Canales y Puertos, y otra, en el Real Conservatorio de Artes, de donde fue al Real Instituto Industrial. Hoy en día se podría hacer una búsqueda, casi detectivesca sobre aquellos fondos. Un repaso a la riqueza investigadora de España que se desconoce, cuando no se menosprecia, y a la vista está, fue mucha y de calidad.