Atención social
Un refugio en Madrid para mujeres sin hogar: "Si hubiera tenido ayuda psicológica con 16 años todo sería diferente"
El proyecto «No second night» nació en pandemia y ya ha atendido a más de 116 mujeres este último año
Todo aquel que haya visto la película nominada a los premios Goya «La maternal», de Pilar Palomero, podrá entender bien el alcance del proyecto «No second night». Aunque el drama de la cinta no sea el mismo, sí comparte la misma realidad: las dificultades a las que se enfrentan las mujeres y la importancia de poder acceder a espacios seguros. El programa «No second night» –del área de Familias, Igualdad y Bienestar Social del Ayuntamiento y gestionado por ACCEM– es una réplica de una iniciativa nacida en Londres. Surgió como proyecto piloto durante la pandemia para dar alojamiento a mujeres que sufren exclusión residencial. LA RAZÓN ha hablado con Susana Quiroga (coordinadora), Víctor García (trabajador social) y Lorena Abengozar (psicóloga) para conocer cómo ha sido su puesta en marcha: «Está enfocado a mujeres sin ingresos y sin posibilidades, el objetivo es que no se queden en la calle. Darles un impulso para que alcancen la autonomía. Es importante evitar ese proceso de cronificación, pues cuanto más tiempo se pasa en la calle más cuesta reintegrarse y hay mayor exposición, sobre todo si eres mujer, ante violencias machistas», explica Víctor. Mientras que durante la pandemia estaba claramente enfocado a las afectadas por perder trabajos relacionados con la restauración o los cuidados, actualmente no hay ningún perfil definido: mujeres migrantes, nacionalizadas españolas, víctimas de violencia, que sufran alguna patología o trastorno de salud mental, siempre y cuando esto permita el manejo de una convivencia. Aquí no hay un tiempo límite de estancia. El único requisito es que sean mayores de edad y menores de 65. «Vienen mujeres muy dañadas. Hay algunas que evolucionan muy rápido y otras precisan más tiempo para estabilizar su situación. Nos adaptamos a las necesidades individuales y sus objetivos», añade el trabajador social.
En este hogar de acogida conviven 30 personas a las que se les ofrece hospedaje, manutención, transporte, aseo e higiene, gestiones burocráticas para el acceso a empleo o prestaciones, actividades de ocio y atención psicológica. «Trabajamos en red junto con otras asociaciones o servicios sociales para los itinerarios de empleo o iniciar alguna formación. Lo mismo ocurre con el ocio, intentamos apoyarnos en todo el entorno comunitario, nos ponemos en contacto con otros centros como espacios de igualdad o culturales», señala Víctor.
Se trata de un proyecto pionero porque lo que se viene intentando es abrir el modelo de atención y centrarse en las personas, lo que implica crear espacios de privacidad y lo más similar a un hogar. Es decir, una convivencia lo más normalizada posible sin estar en un macrocentro. Y es que a juicio de este trabajador social que comparte el día a día con ellas, «el sinhogarismo femenino es distinto al masculino. El masculino tiende más a utilizar la calle. Las mujeres intentan agotar antes todas sus redes, estando en infraviviendas o alquilando espacios en habitaciones. Hay un sesgo de género evidente por el tipo de trabajo que empeñaban previo a la pandemia, y muchas de ellas llegan de sufrir violencias físicas o mentales. Ya cuando la situación es insostenible es cuando salen, pero intentan aguantar hasta el final antes de ir a la calle, puesto que es un lugar para ellas todavía más hostil».
Lorena Abengozar, psicóloga, afirma que hace un trabajo grupal donde comparten experiencias y es ahí donde se iluminan muchos caminos: «Escuchan otros testimonios parecidos y les ponen nombre a los hechos. Esta parte es muy poderosa, se identifican y ayuda a sanar».
Por su parte, Susana Quiroga (coordinadora), pone en valor la evolución positiva a lo largo del último año: «El 86% han visto apoyada su situación de exclusión residencial, el 84% están menos expuestas a sufrir agresiones, el 80% aseguran haber mejorado su situación a nivel global, y el 82% se siente en una alternativa habitacional segura. Pero lo más llamativo es que estos resultados son, en parte, el valor de sus propios juicios. En ellas vemos cómo con tiempo y paciencia han alcanzado mayor autonomía, siempre respetando su independencia, aunque fomentando la activación. Que sea algo sostenido es lo importante».
Evelin, hondureña de 29 años, se siente muy agradecida por la segunda oportunidad que ha recibido de lo que hoy es su hogar. «Me vine buscando una vida mejor, soy madre soltera y quiero traer a mi hijo cuando tenga los papeles estables», cuenta. «Llegué con miedo y sin expectativas, pero con tiempo y conociendo a las chicas me di cuenta de que todas nos aportamos. Y, sobre todo, me di cuenta de lo importante que es la salud mental. A día de hoy siempre pienso: si yo hubiese tenido esta ayuda psicológica con 16 años las cosas serían muy diferentes», declara Evelin. Ahora, se centra en el futuro con una mirada positiva, en formarse para poder encontrar trabajo y llevar a cabo una vida digna.
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