Flamenco

Salomé Pavón: «Para triunfar hoy en el flamenco hay que venir a Madrid»

«Para triunfar hoy en el flamenco hay que venir a Madrid»

Salomé Pavón: «Para triunfar hoy en el flamenco hay que venir a Madrid»
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Por las venas de Salomé Pavón fluyen más arte y sentimiento que sangre: es nieta de una leyenda del cante, Manolo Caracol, sobrina nieta de otros dos gigantes, Tomás Pavón y La Niña de los Peines, e hija del pianista y compositor Arturo Pavón y de la cantante de copla Luisa Ortega. Cantaora clásica, de honduras insondables, actúa mañana en Madrid, en la sala Snobissimo (López de Hoyos, 25), con todo vendido. Dueña de una presencia poderosa, le pondrá a la tradicional Zambomba flamenca el oro de una garganta que, pese a su pedigrí, tiene un color personalísimo. «En el siglo pasado, en Jerez, que es donde nació la Zambomba –explica mirando muy fijo–, las familias de gitanos y de payos se reunían en los patios de las casas de vecinos y se ponían a cantar, a bailar y a celebrar el nacimiento del hijo de Dios. Esa es la Zambomba original, la de toda la vida».

Ese espíritu de fiesta es el que esta madrileña de orígenes andaluces trae a la capital, aunque no estará sola: va escoltada por una docena de artistas (guitarra, flauta travesera, clarinete, percusión, voces, baile). Entre ellos, su hija, María Madixdance; sus hermanas, Jordana y Soraya Pavón, y su prima Luisa Caracol. Juntos y revueltos desplegarán villancicos por bulerías, tangos, jaleos extremeños y rumbas. Además, Salomé cantará villancicos a ritmo de las «zambras caracoleras», tan de su casa. Y todo ello sin salirse de la raíz, pues, como se encarga de señalar, no hay nada más moderno que la esencia: «Si tienes la esencia y lo puro, le puedes meter muchas cosas. Como mi abuelo, que metió un piano, o como mi padre, que fue el primero que llevó a gran orquesta, con 60 violinistas, una seguiriya de Chacón, del Nitri, de Tomás Pavón y de la Niña de los Peines. Lo llevó a pentagrama, pero porque tenía la esencia y la preparación».

Los ojos de Salomé se vuelven antorchas cada vez que menciona a sus ancestros. Pero ¿le impone la estatura de esos nombres? «Cuando yo era muy jovencita y empezaba en esto, me preguntaban “¿es una carga, una responsabilidad?”, y yo decía “mucha”, porque la gente te va a comparar. Pero la carga que tengo de mi familia es como el que en Semana Santa lleva sobre los hombros a la Macarena, una bendición. Porque he tenido la gran suerte de venir de ahí. Luego bendita carga». Hace ya más de dos décadas que debutó en Casa Patas acompañada de su padre al piano, y aún no se le ha olvidado: «Pienso en los comienzos y me invade la nostalgia, porque echo mucho de menos a mi padre. Era un maestro absoluto y me lo enseñó todo del flamenco. La nostalgia huele a arte, la pena, la tristeza… pero también la alegría».

Salomé asume que los tiempos han cambiado y que el flamenco ha evolucionado, y no le parece mal siempre y cuando no se mancille: «Para sacar un “ole” al público lo único que tienes que hacer es cantar, bailar o tocar muy bien, y con el corazón. Estoy a favor de los musicales, de los grandes espectáculos, y, de hecho, estoy preparando algo de eso, pero sin perder la pureza. Y si tengo arte, no necesito salir disfrazada de fantasma para llamar la atención. Ahora ves cosas que les llaman flamenco porque hay una guitarra y un cantaor y están tocando una pieza de flamenco, pero lo que están haciendo, sobre todo en el baile, no es flamenco. Eso debería estar en otro género, en bailes alternativos, en expresión, en mimo, en contemporáneo, pero no en el flamenco».

Y para hacerse un nombre en ese género químicamente puro, Madrid sigue siendo el sitio: «Puedes triunfar en Andalucía, en Extremadura, en el norte, pero para triunfar de verdad hay que irse a Madrid. Es como en los toros: puedes salir por la Puerta del Príncipe, pero hasta que no sales por la Puerta Grande de Las Ventas no has llegado a triunfar del todo». Madrid la tendrá esta noche en exclusiva con su potente Zambomba, que es como decir que recibirá el embrujo del Jerez profundo.