El Seminario de Nobles que dirigió España

Un colegio para los hijos de la aristocracia, de los poderosos. Un lugar para conocerse y trenzar amistades y alianzas. Nada nuevo. Desde antiguo y en todos los países han existido espacios similares. El que nos ocupa estaba en Madrid. Y era una referencia en todo el país. Un vivero de las élites que debían servir al Rey y orquestar el gobierno en el Imperio español, a ambos lados del Atlántico. El edificio en sí, en cuya construcción habría estado involucrado Pedro de Ribera,​ fue ocupado por el Seminario de Nobles de Madrid, institución fundada en 1725 y vinculada al Colegio Imperial, donde se educaban los jóvenes de las familias pertenecientes a la nobleza, además de militares.

Estaban a cargo estos seminarios, en un principio, de los jesuitas, y al iniciarse el siglo XVIII, los había ya en Barcelona y en Valencia. El de Madrid se fundó en 1725 con el propósito elitista de acoger a los nobles que asistían al Colegio Imperial, el cual, a lo largo de la centuria anterior, se había visto cada vez más frecuentado por los vástagos de la burguesía madrileña. En el momento de la expulsión de los jesuitas en 1767 había 112 de estas instituciones en la Península y 120 en territorio americano.

En el origen estaba que Felipe V tuvo la iniciativa de crear una institución docente destinada a los jóvenes aristócratas, con el fin de que tuvieran una amplia formación para los empleos públicos que iban a desempeñar.

Se inauguró el 18 de octubre de 1727 en el Colegio Imperial. A los pocos años se rebajó la exigencia nobiliaria y fue dando paso a hidalguías que incluso se podían alcanzar con lo compra de títulos, algo muy normal en aquel momento, por parte de la burguesía, a menudo de provincias y de las colonias americanas. Un paso clave, para muchos, como un paso para su colocación en los estamentos cortesanos y militares.

Sus estudios eran muy completos en todos los campos de las ciencias y las letras. Con la expulsión de la Compañía de Jesús en España por el rey Carlos III, los profesores fueron los nombrados por el rey y se introdujeron algunas nuevas materias, como la Arquitectura Militar, ya que era muy frecuente que sus alumnos ocupasen plazas de los cuerpos de élite del ejército, como los Guardias de Infantería Española. Fueron alumnos de este centro: el Marqués de Villafranca, el Duque de Medinaceli, el Marqués de Villarreal o el Conde de Fernán Núñez. Y también el escritor José Cadalso, que llegó a capitán del Regimiento de Caballería Borbón. Lo más granado de España pugnaba por estudiar en sus aulas.

Luego, con la guerra de la independencia, la cosa cambió. De manera radical. Fue utilizado como cuartel por José Bonaparte en 1826, aunque luego volvió la regencia de los jesuitas en 1836 y alojó aulas de la Universidad. En 1841 se convierte en Hospital Militar y pasa a pertenecer, todo el edificio, al Ejército. Un terrible incendio destruyó, en 1889, todo el edificio, algo que dio lugar a que se levantaran otras instituciones de carácter castrense como el Servicio Histórico del Ejército y sus bibliotecas o el Laboratorio de Ingenieros.

El edificio, dentro de su peripecia vital, también fue usado como cárcel y entre sus muros también estuvo encerrado el general Riego antes de ser ejecutado​ el 7 de noviembre de 1823.

Sin embargo, el futuro de aquella institución estaba decidido. En 1836, con la abolición de los privilegios de la nobleza, el Seminario cerró definitivamente sus puertas, y el edificio se utilizó para albergar la Universidad de Alcalá durante su traslado a Madrid, antes de encontrar una cesión como hospital militar -inaugurado en 1841​ y en el que se reunieron diversos hospitales destinados a tal fin que existían previamente en la ciudad-.​

Todo hasta aquel terrible incendio que destruyó por completo el edificio entre el 5 y el 8 de febrero de 1889. Aquello fue la puntilla a una de las grandes referencias educativas en España.