Familia Bauer
El misterio de la tumba egipcia del cementerio británico de Madrid
El sepulcro, y el palacio de esta familia en la calle San Bernardo, guardan el recuerdo de los Bauer, una de las estirpes más poderosas en la España de Alfonso XII
Una historia de auge y decadencia que ha caído en el olvido. Como tantas otras. Un palacio, en la calle de San Bernardo de Madrid nos habla de un tiempo en que ellos, los Bauer, eran la familia más influyente de la Corte. Aunque no durante mucho tiempo. Su brillo fue tal que el escritor asturiano Armando Palacio Valdés sitúa su novela “Sinfonía Pastoral” en el salón de los Bauer, uno de los más elegantes de Madrid. Allí, en el saloncito decorado por Mariano Benlliure, la familia recibía a los más afamados músicos que pasaban por la capital.
Situado en el barrio de Malasaña, este palacio, originario del siglo XVIII, fue adquirido en 1940 por el Estado y desde 1973 acoge las dependencias de la Escuela Superior de Canto. En 1972 fue declarado Monumento Histórico Artístico. Sin embargo, no hace mucho, en este espacio brillaba la influencia política, el dinero y el poder como en ningún otro lugar de Madrid. Y todo gracias a sus dueños, sus “recientes” dueños, los Bauer. Una familia de judíos húngaros que eran agente en España de Rothschild. El apellido más conocido de la banca internacional.
El palacio de los Bauer albergaba fiestas para la elite política de la Corte. De hecho, el hijo de Ignacio, Gustavo, fue amigo personal de Alfonso XII y ocupó puestos en las Cortes y en el Senado. Una familia que fue también vertebradora de la comunidad judía en Madrid, pues a su empuje se debe la construcción de la primera sinagoga que se abrió en la capital desde la expulsión de los judíos por los Reyes Católicos. Con todo, de aquella sinagoga madrileña, llamada “Midras Abordonel”, solo queda una placa en su recuerdo, en la calle del Príncipe, 5. Antes, y desde 1869, con la aprobación de la Constitución Española, que en su artículo 21 permitía la libertad de culto religioso en España, la familia Bauer celebraba el sabbat y otros ritos judaicos, a modo de sinagoga privada.
En sus orígenes este edificio se construyó para residencia noble, sobre un solar que antes había pertenecido al Noviciado de la Compañía de Jesús. En el siglo XIX fue adquirido por los banqueros Bauer. Y todo cambió. El sencillo exterior no permite imaginar la barroca y lujosa decoración que se esconde en su interior, apenas un recuerdo de lo que debió ser el palacio en su época de esplendor. En ese sentido, el trabajo exquisito de Arturo Mélida, un sobresaliente arquitecto, escultor, pintor y decorador, permanece en el magnífico Palacio que fue de los Bauer.Una saga de poder y riqueza que comenzó Ignacio Salomón Bauer, que llegó a ser director del Banco Español de San Fernando; formó parte del Consejo de administración de la línea ferroviaria MZA, de las Minas de Río Tinto, las de Almadén, y la Sociedad Minera y Metalúrgica Peñarroya, entre otras sociedades mercantiles y de beneficencia. Todo en un tiempo, el de la Restauración, en el que también -nada nuevo bajo el sol-, se vivieron grandes escándalos por los sobornos, siendo uno de los más sonados el del contrato de Almadén de 1870, en el que se beneficiaron altos funcionarios del Ministerio de Hacienda.
Con todo, aquella burbuja empezó a desaparecer tras la crisis de 1929 y acabó con la Guerra Civil, en la que el palacio fue ocupado por los milicianos y hasta uno de los miembros de la saga, Eduardo Bauer, fue asesinado al inicio de la Guerra Civil en el palacio de El Capricho, entonces de su propiedad. La familia perdió poder y dinero y su rastro se desvaneció. Hoy sólo nos queda su viejo palacio y una tumba en el cementerio Británico de Madrid. Un mausoleo de estilo neoegipcio que construyó la familia, en 1908, entusiastas como eran de la egiptología, por entonces en boga, con la idea de acoger los restos de sus descendientes. Un empeño estéril, pues, a día de hoy, no está en uso y solo reposan los restos de cuatro personas. El viaje al más allá, que fascinó a los faraones -y a los Bauer-, por azares del destino, ha dejado casi vacía su última morada en Carabanchel.
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