Todos los Santos
Los cementerios imprescindibles para conocer las historias y leyendas de Madrid
Camposantos de aristócratas, de artistas, de expatriados, de revolucionarios... Madrid da a cada uno el descanso eterno que eligió en vida. O casi
En España se entierra muy bien. Un dicho que muchos sacan a colación cuando llega el momento de despedir a alguien, con el que no se comulgaba en demasía, pero llegado “este momento”, lo importante es lo importante.... Y por ende, en cierta medida, todo lo que rodea a la muerte, es reverenciado. Aunque toca hacer la salvedad de que quizá eso era más en el pasado. Hoy, España, como el resto del planeta -y en mas en estos tiempos Covid-, se ha sumado a la corriente del “muerto al hoyo, y el vivo...”. En fin, ya saben.
La Almudena, el más grande de Europa
Madrid se ha entregado, con entusiasmo en el pasado, a esto que apuntábamos. De ahí el tamaño de camposantos como La Almudena. Actualmente cuenta con 120 hectáreas y, según apuntan, es el más grande de Europa occidental. Aunque no ostenta otros títulos, como el de ser el cementerio más visitado del mundo: de eso presume el Père Lachaise de París (en él están enterrados Molière, Chopin, Oscar Wilde o Delacroix, y sí, también Jim Morrison). Tampoco es el más bello de Europa -el de Génova algunos lo señalan como un museo al aire libre-, a pesar de contar con grandes piezas del arte y la arquitectura de gran valor histórico y artístico. Más de 300 “creaciones funerarias” están protegidas por el Estado. Un cementerio que es todo un canto a la arquitectura más rompedora de su momento: la secesión vienesa. En ese estilo y en el art decó fueron realizadas puertas, templos o rejería.
En cierto sentido, se podría decir que en el cementerio de la Almudena “habitan” casi más personas que en la propia Comunidad de Madrid: según el censo del cementerio, alrededor de cinco millones de difuntos descansan en el camposanto (contabilizando las tres necrópolis que aguarda tras sus muros: la cristina, la civil y la hebrea). Una cifra próxima a los más de seis millones de personas censadas en la actualidad en la región.
Cementerio patriótico de La Florida
Morir por la Patria y no ser olvidados. Ni ellos ni sus actos heroicos en favor de todos. Algo difícil de mantener hoy en día en que la memoria es tan frágil. En este Cementerio de La Florida están enterrados algunos de los héroes del 2 de mayo de 1808. Concretamente, 43 fusilados que perdieron su vida la madrugada siguiente en la Montaña de Príncipe Pío. El camposanto se encuentra en el Parque del Oeste, entre la Rosaleda y la ermita de San Antonio de la Florida. Por lo apartado del lugar, no pasa mucha gente por su puerta, que suele estar cerrada.
Se trata de un cementerio apartado y pequeño, donde no hay nichos a la vista. Los enterrados se encuentran en la cripta de la ermita, en una fosa común tras una lápida con sus nombres.
Los fusilados de Príncipe Pío no fueron los únicos en morir en aquellas jornadas. El mismo día 2 algunos madrileños fueron arcabuceados en otros puntos de la ciudad. Otros cayeron en las luchas callejeras contra los soldados napoleónicos. Una vez pacificada la revuelta antifrancesa, el general Murat decidió dar un castigo ejemplar. Para ello, ordenó seleccionar 42 prisioneros al azar y el general se reservó la elección de uno más. Los 43 mártires fueron torturados y conducidos a la ladera de la Montaña de Príncipe Pío. Allí fueron fusilados y sus cuerpos abandonados. Hasta que unos días más tarde los hermanos de la Buena Dicha los enterraron en el Cementerio. Goya, y tantos otros, fueron sensibles a su sacrificio.
Expatriados en Carabanchel, el “British Cementery”
Apartado del bullicio del madrileño barrio de Carabanchel, delimitado por las calles de Inglaterra e Irlanda, se encuentra un pequeño cementerio en cuya entrada se puede leer “British Cementery”. Algo que se repite en muchos otros lugares de Europa, donde aquellos expatriados, sobre todo de los siglos XIX y XX encontraron descanso eterno tras una vida, en muchos casos, refugiados en el Continente, alejados de Albión. En el castizo Carabanchel, entre cedros, acacias y aligustres hay enterrados un millar de cuerpos. Sus lápidas centenarias son devoradas por el musgo y la erosión que tiene no tener una visita de un familiar ni un amigo que se preocupe por el estado de la tumba. Algo, por otro lado, que en estos tiempos de prisas e inmediateces, ha alcanzado a los camposantos católicos. En este, por cierto, descansan también ortodoxos, luteranos, protestantes o judíos. Decenas de nacionalidades distintas. Cientos de historias enterradas. Aquí están, entre otros, los restos del alemán Heinrich Loewe, empresario alemán que triunfó en el mundo de la marroquinería fundando una de las firmas de lujo más prestigiosas del mundo de la moda. También acogen los restos de Margarita Kearny Taylor, la británica que fundó el mítico salón de té inglés del paseo de la Castellana.
La Sacramental de San Lorenzo y San José
El recoleto cementerio de la Sacramental de San Lorenzo y San José es un camposanto ubicado también en el barrio de Carabanchel, por entonces unas “afueras” de la capital. En el patio central destaca un monumento de suscripción pública coronado por cuatro ángeles que custodian las urnas de los esposos Julián Romea y Matilde Díez. También reposan aquí los escultores Ponciano Ponzano y Eulogio Florentino Sanz autor de “Francisco de Quevedo”, los poetas Ventura Ruiz de Aguilera, Abel Bonnard o José de Selgas, entre otros.
Cementerio de San Isidro
No podía estar en otro lugar. Está situado detrás de la ermita de San Isidro sobre el llamado Cerro de las Ánimas, en el entorno de la actual Vía Carpetana, dando por uno de sus costados a la avenida de la Ermita del Santo. Durante el siglo XIX se convirtió en el cementerio de la nobleza de Madrid, siendo el preferido por la aristocracia, los políticos, los grandes burgueses y los artistas, lo que nos ha legado, entre sus siete patios, un conjunto de panteones de gran calidad arquitectónica y artística dentro del monumento funerario. Aquí reposan desde Emilio Castelar a José Ortega y Gasset, pasando por Francisco Silvela o Antonio Maura. Una larga lista de prohombres con calle o plaza en la superficie de la ciudad.
Cementerio de San Justo
El cementerio de San Justo, cuyo nombre completo es el de cementerio de la Sacramental de San Justo, San Millán y Santa Cruz, es un camposanto que sigue activo en la actualidad, separado por una tapia del Cementerio de San Isidro. En él yacen importantes personajes literarios del siglo XIX como Larra, José de Espronceda, Bretón de los Herreros, Francisco Villaespesa, Ramón de Campoamor, los hermanos Álvarez Quintero, Adelardo López de Ayala, Manuel Tamayo y Baus. Una larga lista que nos podría hacer pensar que era “el cementerio de los artistas”... Y de alguna manera así es. En 1902, la Asociación de Escritores y Artistas construyó el panteón donde resguardar e ir agrupando las cenizas de los personajes más ilustres en las letras y las artes. Este panteón fue diseñado por Enrique María Repullés y Vargas. Los primeros en ocupar este panteón fueron José de Espronceda, Mariano José de Larra y Eduardo Rosales. Posteriormente, se han inhumado en este lugar los restos de Leandro Fernández de Moratín, Ramón Gómez de la Serna, Maruchi Fresno, Carmen Conde, Luis Escobar, Rafaela Aparicio y, más recientemente, Sara Montiel, entre otros.
Un recorrido de autobús entre las tumbas
Si es Usted de Madrid no sabrá la sensación, la cara que se les queda a los forasteros que deben ir al cementerio de la Almudena y se topan con ¡un autobús urbano! No hay muchos cementerios que cuenten con su propia línea de autobús, y uno de ellos es este camposanto capitalino. La línea que cruza la necrópolis es la 110, con salida desde la plaza de Manuel Becerra; y una vez dentro del cementerio, el recorrido serpentea entre las diferentes sepulturas, nichos y panteones... con nada menos que doce paradas. Durante el puente de Todos los Santos, el autobús del cementerio suele estar de lo más concurrido de familiares que acuden con ramos de flores a visitar a sus difuntos.
✕
Accede a tu cuenta para comentar