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Medio Ambiente
Alimentación con cabeza
Ahora que el Consejo de Ministros acaba de aprobar un anteproyecto de ley contra el desperdicio de alimentos, conviene recordar algunos datos alarmantes sobre esta cuestión tan inmoral para las personas como perjudicial para el medioambiente.
Se calcula que entre el 8 y el 10 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero corresponden a la producción y distribución de comida que no se consume (nada menos que 931 millones de toneladas en el mundo), de acuerdo con los datos del Índice de desperdicio de alimentos 2021 de la ONU.
Países como Francia e Italia ya decidieron hace años atajar por ley el despropósito que supone que un tercio de los alimentos acabe desechado. Solo en los hogares españoles, es decir, sin contar con la industria, los restaurantes o los supermercados, se tira cada año una media de 31 kilos o litros de alimentos por persona (unos 1.364 millones en total), dato más doloroso aún si tenemos en cuenta que en España el hambre podría afectar de largo a más de un millón de personas.
Potenciar la donación de alimentos, facilitar que los clientes de bares y restaurantes puedan llevarse a casa lo que no hayan consumido en el local (y promover que lo hagan con envases asequibles y sostenibles) o fomentar la venta en supermercados de productos de caducidad próxima a un precio reducido parecen medidas más que razonables. De hecho, son prácticas cada vez más habituales a las que podemos responder sin complejos.
En nuestra mano está también hacer una buena planificación de la compra, comprobar la fecha de consumo antes de adquirir, aprovechar ciertas sobras o mantener los frigoríficos a la temperatura y con la organización adecuada. Y es que, con una ley o sin ella, lo importante es actuar con ética y con cabeza.
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