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Cellnex Verde

Sopa de plástico: 10 billones de pélets acaban cada año en el océano

Lo de Galicia no es un caso aislado. Las lágrimas de PET son una de las mayores fuentes de contaminación por microplásticos

MUROS (A CORUÑA), 05/01/2024.- Miles de bolitas de pellets para la fabricación de plásticos, procedentes de un contenedor que cayó al mar desde un barco, esta mañana en la playa de Area Maior. La Xunta ha activado un plan de contingencias por contaminación marina accidental por la aparición de pellets de plástico en varias playas gallegas y ha reclamado al Gobierno central más información sobre el asunt
Vertido de pélets de plástico o «granza» pulida por el mar, en la costa gallegaGreenpeace

El vertido de pélets en Galicia no es un caso aislado. La «pérdida» de contenedores por su caída al agua es bastante más habitual de lo que imaginamos en el transporte marítimo de mercancías. No hay un registro oficial. Pero, según un informe encargado por la Comisión Europea en 2018, la industria «pierde» cada año en la UE unas 160.000 toneladas de lentejas de PET, el equivalente a casi todo el plástico que reciclan Dinamarca y Suecia cada año. Dado que las cantidades más grandes de esta materia prima con la que se crea el 98% de los productos plásticos se transportan en buques o se pierden durante su producción (arrastrados por las lluvias hasta los ríos), buena parte acaba en el océano.

El contenedor del Toconao que se hundió frente a la costa portuguesa transportaba 26,2 toneladas de pélets distribuidas en 1.050 sacos de 25 kilos. Cada uno suele contener alrededor de un millón de lentejas de plástico. O, lo que es lo mismo, la cantidad vertida al mar es del orden de los mil millones de bolitas de unos cinco milímetros de diámetro –más o menos el tamaño de una pepita de uva–, que en estos momentos cientos de personas voluntarias tratan minuciosamente de recuperar en las playas del noroeste ibérico.

Parece mucho (lo es) y, sin embargo, solo se trata de una pequeña parte del pastel. Cada año, las principales principales multinacionales producen con gas natural o petróleo trillones de pélets de plástico –también llamados «granza»–, que luego se envían a fábricas donde los convierten en productos de consumo, como botellas de agua o tuberías de PVC. Se estima que al menos 10 billones de pélets acaban en el océano cada año, según el informe ‘Breaking the plastic wave’ de Pew Environment, aunque la ONG británica Flora&Fauna aumenta el dato hasta los 11,5 billones.

«El vertido de pélets supondría la segunda mayor fuente de contaminación por microplásticos», afirma Jordi Oliva, cofundador de Good Karma Projects, una ONG española dedicada a la lucha contra los microplásticos en el mar. A pesar de todo, las pequeñas esferas de plástico llevan décadas acumulándose en las costas –tardan unos 100 años en degradarse–, a menudo a kilómetros del lugar en el que se vertieron. La entidad de Oliva participa desde 2021 en «The Great Nurdle Hunt» (La gran caza de pélets), la mayor batida mundial de lágrimas de PET organizada por la ONG británica Fidra. En la edición de 2023, encontraron perlas de plástico en el 93% de los lugares donde se organizaron limpiezas. Y en 2022, los cazadores de pélet encontraron más de un millón de gránulos en 23 países, desde España hasta Sri Lanka.

Sobre lo sucedido en Galicia, Oliva afirma que «este es el mayor vertido de pélets que jamás hemos visto en aguas españolas», por lo que espera que «este incidente pueda ayudar a impulsar a la UE y a las autoridades nacionales a actuar». Según él, «hay que poner el foco del debate no en quién debe limpiar las costas, sino en la necesidad de una regulación que garantice que el material se maneja con cuidado».

A pesar de que las restricciones sobre el uso de productos de plástico en Europa son cada vez más estrictas, los pélets escapan a estas limitaciones. No existen regulaciones internacionales que obliguen a las empresas a adoptar medidas proactivas para prevenir su pérdida o informar sobre incidentes de contaminación. Además, el kilo de este material es tan barato que a las empresas les sale más rentable abandonar los contenedores que rescatarlos. Para muestra, un botón: semanas después del vertido que ha llegado a la costa cantábrica, Maersk –la misma compañía de transporte que fletó el Toconao y la mayor empresa de transporte marítimo del mundo– perdió otros 46 containers, en Dinamarca. La arena de la costa de Jutlandia, en el norte del país, todavía hoy está llena de jeringuillas, ruedas de carretilla, zapatos y electrodomésticos.

Por casos como estos, los grupos ecologistas llevan años reclamando que se amplíen los protocolos de seguridad y control en el transporte marítimo de mercancías, las llamadas Reglas de Hamburgo, así como que las empresas declaren el número de pélets que producen, los que transportan y los que llegan a su destino. «La marea de pélets que está llegando a las playas de Galicia y el Cantábrico es sólo una muestra de los millones de toneladas de microplásticos que cada año llegan a los océanos y que contaminan ya a todos los seres vivos», señalan en una nota conjunta las principales ONGs españolas, incluidas Greenpeace o WWF.

Aunque se desconocen cuáles son exactamente los aditivos químicos de los pélets que han llegado a la costa gallega, se sabe que habitualmente contienen compuestos que pueden resultar tóxicos. Al ingerirlos, son capaces de provocar daños físicos, reproductivos y hormonales mortales en los animales, con la posibilidad de entrar en la cadena alimentaria y llegar a los humanos. Por todo ello, las ONGs reclaman «aprender» de lo sucedido en Galicia para reforzar la legislación contra los microplásticos y que este incidente «no vuelva a suceder jamás».