Madrid 2020

Nadal: «No sé si se ha valorado lo que ha hecho España»

Rafa celebra su victoria en las semifinales del Abierto de EE UU
Rafa celebra su victoria en las semifinales del Abierto de EE UUlarazon

Mientras Nadal peleaba por alcanzar la final del Abierto de Estados Unidos, el COI condenaba a Madrid. La alegría de Rafa por su clasificación para el partido definitivo del último «Grand Slam» del año quedó lastrada por lo que sucedió en Buenos Aires. «Me sorprendió que nos descalificaran en la primera ronda. Después de tantos años intentándolo, ¿es ciento por ciento justo que nos hayamos quedado fuera en la primera ronda?», preguntaba el mejor jugador del circuito en 2013.

Rafa, que no pudo acudir a la capital argentina por estar compitiendo en Nueva York, calificó de «triste» y «dura» la decisión. Y fue más allá: «No sé si ha sido totalmente analizado y valorado por los miembros del COI todo el esfuerzo que ha hecho España». Nadal también se preguntó si no habría sido mejor que hubieran avisado antes de que ese esfuerzo era «en vano». El tenista, que recordó el momento «complicado» que atraviesa España, echó en falta mayor «sensibilidad» por parte del COI por todo el esfuerzo que hizo Madrid en estos años para cumplir su sueño de ser ciudad olímpica, «y que no nos hayan dado ninguna oportunidad. Si esto es así realmente, que nos avisen de que no podemos ganar. Al final es lo que es. Es duro, es agotador para todos, porque todo el país trabajó mucho para tener esta oportunidad. Creíamos que nos lo merecíamos», concluyó Nadal.

En Buenos Aires, con un nudo en la garganta, los ojos brillantes, Ona Carbonell se acercó y me abrazó. Algo más allá, María José Rienda no podía ocultar las lágrimas. Amaia Salamanca, más serena, intentaba consolar a Teresa Perales, hundida en su silla de ruedas. No lo entendían. Miriam Blasco había terminado de llorar hace un rato y durante el abrazo suspiró. Se contuvo. La campeona olímpica de judo en Barcelona, diputada nacional del PP, tampoco lo entendía. Amaia decía en la víspera que Madrid merecía ganar porque era lo justo, no porque le acompañara la suerte.

La presentación, chafada, arruinada para el mundo, ¡qué mala suerte! Y en cuanto a la justicia, que se lo pregunten a los deportistas españoles que tienen que pagarse los viajes si quieren competir. A pesar de todo, ganan. Pero sus triunfos no colman las expectativas industriales del Comité Olímpico Internacional. No es suficiente con participar, con lo importante que es, dijo Coubertin –si levantara la cabeza...–, tampoco sirve vencer, hacerlo con brillantez ni llenar las vitrinas del deporte español de trofeos.

Carlota Castrejana mantenía el tipo; la procesión iba por dentro. Ana Botella, la alcaldesa, se acercó, nos saludó cariñosa, persistió entera. Ana Peleteiro contuvo el llanto a duras penas. Fermín Cacho me miró, buscaba una explicación y tampoco lo entendía. No había consuelo porque lo sucedido era incomprensible. José Luis López Cerrón, presidente del ciclismo, aún se hacía cruces: «Si hubiéramos perdido con Tokio... ¡Pero con Estambul!». Mireia Belmonte también mostraba su desilusión, un disgusto difícil de controlar. Aguantó. Es una campeona. También ella pensaba en el deporte base, en el retroceso que sufrirá el deporte español si alguien no lo remedia cuanto antes. Jesús Carballo, presidente de gimnasia, estaba desolado.

Confiaba en que unos Juegos en Madrid animaran a los inversores, a los partrocinadores... No sé, pero tengo la impresión de que esto se ha ido a la mierda. Ha bastado un empujón de 94 personas serias y responsables para hundir al deporte español. ¿Era eso lo que buscaban? La envidia es muy mala y Rafa en Nueva York lo lamentaba.