Opinión
Opel como toque de atención
España vive un momento de espléndida recuperación económica: tres años creciendo por encima del 3%, medio millón de empleos creados cada ejercicio y exportaciones encadenando año tras año un récord histórico. El momento es indudablemente dulce y, por desgracia, no es infrecuente que tales etapas de bonanza coincidan con una generalizada relajación de aquellas condiciones que han permitido generar este periodo. Sin ir más lejos, el propio Gobierno lleva meses presionando a las empresas para que suban salarios y él mismo está incurriendo en el vicio de volver a sacar la chequera para incrementar el gasto público. A su vez, y para mayor desazón, la oposición no sólo no le reprocha al Ejecutivo tales arrebatos de irresponsabilidad, sino que incluso le acusa de quedarse corto en sus propuestas.
Es decir, toda la clase política parece haber entrado en una carrera electoralista para comprar el voto de los españoles a costa de minar las bases de la actual recuperación económica. Sin ir más lejos, el conflicto alrededor de la producción del Opel Corsa en Figueruelas sirve para recordarnos que el crecimiento no es algo que nos venga dado, como si cayera del cielo, sino un logro que es necesario cuidar diariamente. No en vano, Opel amenazaba con deslocalizar al extranjero parte de su producción aragonesa si sus trabajadores no aceptan una congelación salarial de tres años. Los habrá que verán en esta amenaza una agresiva táctica negociadora para maximizar los beneficios empresariales: en realidad, se trata de una constatación de cuál es el entorno económico global en el que nos encontramos.
España es, a día de hoy, un país atractivo para captar la inversión internacional, pero ese atractivo no es ilimitado ni indefinido: si las condiciones competitivas de nuestra economía se deterioran, entonces las empresas bien pueden decidir marcharse o ni siquiera llegar a entrar. Lo que verdaderamente debería preocuparnos del caso del Opel Corsa no es tanto si esta compañía en particular se termina yendo o quedándose en España (evidentemente, sería mucho mejor que se quedara), sino cuántas otras empresas se abstienen de venir por el hecho de que nuestro país no les ofrezca auténticas oportunidades de negocio.
El toque de atención de la posible salida de Opel debería llevarnos a reflexionar sobre la crucial importancia de perseverar en las reformas y sobre el profundo error que supondría desmelenarnos con subidas generalizadas del gasto público y de los salarios.
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