Opinión

Con Alá no hay bemoles

El odio de Podemos a todo lo que huela a religión católica entronca directamente con esos repugnantes antepasados que hace no tanto, 80 años, violaban monjas, asesinaban curas y quemaban compulsivamente iglesias. Aunque, ciertamente, en esta materia sería más adecuado equipararles con los austrolopitecus que poblaban África hace 2 millones de años. Es decir, más con los monos que con el ser racional que es hoy día el hombre. Y la mujer, perdón Irena Montera. La última provocación de esta gentuza se desarrolló el martes en el pregón carnavalero de Santiago cuando a un humorista de tres al cuarto llamado Carlos Santiago, quédense con su nombre y con su cara, no se le ocurrió otra cosa que hablar del «tamaño de los huevos del Apóstol», llamar «puta» a la Virgen y situar a la Pilarica practicando una felación al mundialmente famoso santo local.

El alcalde de la capital gallega, Martiño Noriega, podemita como no podía ser de otra manera, defendió a ese hijo de Satanás con un argumento que no puede ser más imbécil: «La interpretación de Carlos Santiago se enmarca dentro del contexto cultural». Imposible ser más cínico e idiota.

El número de blasfemias e irreverencias podemitas a la religión cristiana da ya para una enciclopedia. Empezando por la irrupción de la repija Rita Maestre semidesnuda en la capilla de la Complutense al grito de «¡arderéis como en el 36!», pasando por las cabalgatas carmenitas de Reyes con drag queens y terminando por la barrabasada del tal Carlos Santiago. Buscan el enfrentamiento civil. Su objetivo, que nadie se engañe, no es convivir o quitar el poder a los discrepantes sino exterminarnos.

El alcalde denuncia que le han amenazado de muerte tras el pregón. El llorica pregonero, tres cuartos de lo mismo. Cualquier día les darán una hostia y no precisamente consagrada. Y no lo justificaré pero desde luego lo atenuaré porque quienes desenfundaron primero faltando a los sentimientos más íntimos de gran parte de sus conciudadanos fueron ellos. Ya puestos, reto a ese alcalde santiagués con pinta de no usar Rexona a que repita el próximo carnaval con el gracioso humorista. Con una condición: que en ejercicio de su ¿libertad de expresión? se vista de Alá y llame «maricón» a Mahoma. A ver si hay narices... y contexto cultural.