Opinión

Otro juguete roto

Me ha alegrado comprobar que, antes de salir corriendo hacia Suiza, Anna Gabriel ha tenido tiempo de pasar por el estilista y cambiar su peinado. Francamente, empezaba a temer que en Europa acabaran creyendo que los catalanes somos todos gente peinada como los clicks de playmobil quienes, a la mínima posibilidad de tener que responder de los propios actos, ponen pies en polvorosa. El peinado de juguete (por fin obsoleto) refleja el infantilismo político de gran parte de mi región. Con él, nos estábamos arriesgando a dilapidar todo el prestigio estético, duramente conseguido con el trabajo de Gaudí y Mariscal, que fundamenta la industria turística de nuestra región.

Lo de salir corriendo sí que ya no tiene arreglo. Porque todo el mundo sabe que Anna Gabriel conocía bajos momentos de popularidad en su partido y, pensando en lo que le esperaba por su mala cabeza (hablamos ahora del interior, no del exterior), ha decidido hacerse humo. En lugar de defender gallardamente sus creencias ante el resto de los catalanes, ha salido zumbando hacia Suiza, haciendo todo lo posible para publicitarlo y conseguir algo de esa notoriedad que últimamente tanto echaba de menos.

Ojo, ha escogido Suiza y no Venezuela para huir de la justicia, lo cual no deja de ser contradictorio en alguien que afirma descreer tanto del capitalismo. Sus excusas para explicarlo han sido tan lamentables (apelando a confusas estrategias jurídicas de extradición) que, dentro de poco, va a intentar vendernos que está en Suiza porque es la mejor manera de luchar contra el capitalismo desde dentro, cómodamente instalada en su centro neurálgico.

Ha añadido también que en nuestro país no hay justicia. Encuentro cándidamente encantador por su parte decidirse a creer eso, pero me atrevería a pedirle que nada de palabrería rebelde, por favor. Porque la justicia de los suizos no sé si será muy allá cuando han tardado tanto en acabar con su opacidad bancaria. Y nuestro sistema judicial ha sido construido aquí a través de la lucha de muchos, para conseguir un mecanismo que nos dé iguales oportunidades a la hora de horadar las sucesivas capas que quieren enmascarar, a veces, una sencilla verdad.