Opinión

La contienda

La controversia del siglo veintiuno parece que no va a ser entre izquierda y derecha sino entre nacional-populismo y globalización democrática. Lo sospecho por tres motivos cruzados: el primero es que la nación ya cumplió su función hace dos siglos y desde entonces va perdiendo su razón práctica en un mundo cada vez más viajado. Lo prueba la aparición en los últimos cien años de instancias supranacionales de éxito como la UE, los USA o la OEA.

El segundo motivo es que también la apertura hacia la importancia del concepto «pueblo» se culminó hace tiempo. En la antigüedad, inmensas multitudes estaban olvidadas. De la ingente masa de esclavos que existió en la antigua Roma solo nos llegaron dos nombres: Espartaco y Epicteto. Primero fue la literatura quien hizo entrar al pueblo en sus representaciones y, luego, fueron las revoluciones quienes les proporcionaron representación política. Su cristalización fue definitiva con ese invento tan difamado pero útil de «la clase media».

La única tarea pendiente que queda, por tanto, es llevar la libertad y la igualdad a todos los humanos; es decir (y ese es el tercer motivo), la extensión de la democracia a todos los rincones del globo.

No es raro que haya mucha gente todavía enganchada a la nación o al pueblo. Son adicciones mentales que tienen muchos siglos y cuesta desprenderse de ellas. Pero la supervivencia de los viejos partidos (que no han agotado ni mucho menos su sentido) dependerá de evitar envejecerse aún más por el método de caer en la tentación de usar ese nacional-populismo para sobrevivir. El PSOE, por ahora, pelea consigo mismo de cara a evitar esa tentación peligrosa. Podemos, pretendiendo ser un partido de la «nueva política», ha caído sin embargo de cuatro patas en la trampa. Esa controversia también será determinante en el antiguo espacio de centro-derecha. El flanco más vulnerable de Ciudadanos en ese terreno es su laicismo (que llevan de una manera muy discreta) y el difícil equilibrio entre liberalismo y socialdemocracia (que ha gestionado con más torpeza, convirtiéndolo en una manta demasiado corta que, si les cubre la garganta, les desnuda los pies). ¿Sabrá ahora el PP aguantar ese tirón sin caer en populismos?