Opinión
El empleo mantiene el tipo
La economía española creció un 3,1% a lo largo de 2017. Se trata de su tercer año consecutivo expandiéndose por encima del 3% y contribuyendo a crear más de medio millón de puestos de trabajo. El crecimiento fue, como ya sucediera en ejercicios anteriores, fundamentalmente sano y ausente de desequilibrios: nos expandimos con superávit exterior, disminuyendo el volumen de nuestra deuda privada y alejando nuestro modelo productivo del ladrillo. Contrástese tal evolución con la degenerada senda que seguimos entre 2001 y 2007: en aquellos años de aparente bonanza, acumulamos uno de los déficits exteriores más elevados del planeta, vimos cómo se nos disparaba el endeudamiento del sector privado hasta máximos históricos y escoramos nuestro modelo productivo hacia un burbujón inmobiliario. Lo que entonces encendía todas las señales de alarma, hoy proporciona un diagnóstico de estabilidad y reajuste. Es verdad que, de acuerdo con el propio Banco de España, dos tercios del fuerte ritmo de crecimiento que estamos experimentando son debidos a los denominados «vientos de cola» (bajo precio del petróleo y bajos tipos de interés), pero también es cierto que hemos aprovechado esos vientos de cola no para acumular nuevas distorsiones internas, sino para acelerar la corrección de los desajustes heredados. El riesgo, claro, es que los vientos de cola dejen de soplar y que, en consecuencia, nuestro vibrante crecimiento y creación de empleo se detengan. Muchos han sido los analistas que han pronosticado recurrentemente este encallamiento: en 2016, se esperaba una desaceleración debida a la inestabilidad política; más tarde, en 2017, todos vaticinaban que España crecería por debajo del 3% –sobre todo, al coincidir con el conflicto catalán–, pero, nuevamente, tampoco sucedió. Ahora, la expectativa es que el bache llegue en 2018 debido a cuatro factores: primero, el crecimiento del PIB durante el último trimestre de 2017 fue el menor de todo el año; segundo, el Banco Central Europeo probablemente pondrá fin a su política monetaria acomodaticia durante el presente ejercicio; tercero, el euro lleva meses apreciándose, lastrando la competitividad externa de parte de nuestra industria exportadora; y cuarto, si el crecimiento mundial continúa acelerándose, el precio del petróleo (nuestra principal importación) podría seguir aumentando. Todo ello, claro, constituyen amenazas que podrían llevar a que 2018 no fuera tan buen año como 2015, 2016 o 2017. Sin embargo, de momento, tal desaceleración no se está visibilizando: este viernes conocimos los datos del paro registrado del mes y de afiliación a la Seguridad Social del mes de febrero, y si bien todavía es temprano para sacar conclusiones para el conjunto del año, lo cierto es que el ritmo de creación de empleo no tiene nada que envidiarle al que experimentamos durante años anteriores. Si tomamos los datos desestacionalizados de la Seguridad Social, durante febrero de 2018 se afiliaron al sistema 62.000 personas, por encima de las 55.000 que lo hicieron en febrero de 2017 y de las 38.000 de febrero de 2016. Si el empleo está manteniendo el pulso, muy probablemente el conjunto de la economía también lo esté haciendo. Buenas noticias.
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