Opinión

Los retos del ministro

Rajoy no ha innovado con la elección del ministro de Economía. Tampoco se esperaba que lo hiciera y, según cuál fuera la alternativa, mejor es que no lo haya hecho. Ramón Escolano, vicepresidente del Banco Europeo de Inversiones y ex presidente del ICO, ha sido el elegido para ocupar el cargo que dejará vacante Luis de Guindos al frente del ministerio. Se trata de un perfil técnico y, hasta cierto punto, continuista con el aportado hasta la fecha por el futuro vicepresidente del BCE. Sin embargo, continuismo no debería ser igual a parálisis: España sigue necesitando de muchas reformas transversales que, en última instancia, deberán ser coordinadas y centralizadas por un ministro de Economía activista y bien formado. ¿Cuáles son esas reformas transversales tan relevantes? La primera, la laboral, que deberá coordinar con el Ministerio de Trabajo. Es necesario profundizar en la liberalización de nuestras hiperreguladas relaciones laborales para, por un lado, acelerar la creación de empleo (la tasa media de paro de España ronda el 17% en los últimos 40 años) y, por otro, poner fin a la hipertrofiada temporalidad (nuestro país sigue encabezando el ranking europeo en tasa de temporalidad). La segunda, la liberalización energética, que deberá coordinar con el Ministerio de Energía. El sector eléctrico español –debido a una mala liberalización inicial y a un expansivo intervencionismo estatal subsiguiente– se ha convertido en un oligopolio tutelado por el Estado que no compite internamente a la hora de invertir de manera continuada en generar y transportar energía a los precios más baratos posibles. La tercera, la liberalización educativa, que deberá coordinar con el Ministerio de Educación. Un buen sistema de enseñanza será clave para que las venideras generaciones puedan adaptarse profesionalmente a una economía globalizada en permanente cambio y, por desgracia, el sistema educativo español –planificado de raíz por el Ministerio y las respectivas consejerías autonómicas– no carece de la necesaria flexibilidad y exposición a las necesidades del mercado. Y, por último, el adelgazamiento de las Administraciones Públicas, que deberá coordinar con el Ministerio de Hacienda. Si queremos recortar enérgicamente los impuestos para retener y atraer talento, no nos queda otra que minorar el gasto público –en caso contrario, el déficit presupuestario se dispararía–, y para ello hace falta redimensionar el tamaño de nuestros estados. En definitiva, Ramón Escolano tiene ante sí una titánica tarea no ya para consolidar la recuperación, sino para impulsar que España entre el club de los países más desarrollados. Pero para ejecutar tan titánica tarea han de suceder dos cosas: que quiera y que pueda hacerlo. Lo primero es posible pero dudoso: los políticos suelen preferir evitar líos de calado que puedan afectar sus posibilidades de reelección. Lo segundo es todavía menos probable: el PP no cuenta con la aritmética parlamentaria para aprobar ninguna de tales reformas. ¿Conclusión? El nuevo ministro tiene muy importantes retos ante sí pero lo más seguro es que continúen todos ellos sin ser solucionados.