Opinión

La risa en igualdad

Lo más asombroso, tratándose de tanta gente apiñada y encendida, es que en la manifestación feminista del 8 de marzo no hubo altercados. Fue una demostración sentida, y las calles se llenaron de gozo y risa. Que fuéramos mujeres, y que la causa fuese incuestionable, es seguramente el motivo. Aunque la resistencia de muchos sigue siendo feroz. Algunos han negado el éxito de la huelga, y otros nos han vuelto a tratar con ese paternalismo insoportable. En mis redes, todo han sido aplausos y aliento por parte de ellos, y yo se lo agradezco mucho, porque sé que aunque algunos lo viven de verdad, muchos hacen el esfuerzo de interiorizarlo en su ser. Y luchan con ese miedo a perder su posición de privilegio sin darse cuenta del pago que soporta. Y que es tener que estar siempre demostrando que eres el más fuerte y listo de la manada. Debe ser mentalmente agotador. Ese sustento a su masculinidad lo han encontrado en su casa; a las mujeres nos han educado para ello, y cuando no lo hemos hecho, sobre todo en la cama, han ido a otra guarida a buscarlo. A mí eso me apena, porque aunque la repetición de una idea o acto acaba integrándose, en desigualdad todo está lleno de fingimiento. Y las parejas donde la mujer aguanta la sumisión, están colmadas de apariencias y cuernos. Yo sigo jaleando a los hombres a que prueben en la relación igualitaria. Lo que más une a una pareja es la risa y el respeto.