Opinión
Y del machista Iglesias, ni pío
Si algo descalifica a las convocadoras del 8-M es su politización y el doble rasero que emplean.
A Paco Marhuenda le han puesto a caer de un burro por el tuit de una periodista ultraizquierdista que se inventó un cuento para no dormir sin aportar la más mínima prueba. Calumnia que algo queda.
A Rafa Hernando le han dado la del pulpo, simple y llanamente, por pertenecer al centroderecha. Porque en el tema de la igualdad es impecable.
Y qué decir de la que le montaron a Paco de la Torre, el mejor alcalde de la historia de Málaga. Se le encararon y le llamaron de todo menos guapo por osar presentarse en la manifestación del jueves. Es más: si no llega a ir escoltado, se lleva un guantazo feminazi.
El mismo vía crucis que padecieron Villacís y Patricia Reyes. Tamaña miseria con gente correcta en el fondo y en las formas contrasta con el perdón permanente del 99% del feminismo oficial a los machos alfa de Podemos. En «Okdiario» llevamos 10 días a la espera de que alguna asociación feminista condene la «Guía para ligar» del podemita Ayuntamiento de Zaragoza. Una de las recomendaciones a las zaragozanas habría provocado un terremoto si el alcalde fuera del PP: «Insinúa el tanga y el escote y sé picarona». No menos cómplice y sepulcral fue el silencio cuando Pablo Iglesias echó a Errejón para poner a su novia y actual «portavoza», Irene Montero, en lo que constituye un mix de machismo y nepotismo. Tampoco dijeron ni mu cuando, acto seguido, envió de la primera fila del grupo parlamentario al gallinero y encima detrás de una columna a la persona con la que acababa de romper, Tania Sánchez. Debe ser que la cosificación de la mujer está bien si el cosificador es Pablemos. Dos años después de descubrir que el «marxista devenido en psicópata [sic]» de la coleta «azotaría a Mariló Montero hasta que sangrase» ni una feminista ha dicho esta boca es mía.
Como tampoco han salido al quite para reprobarlo por asegurar desde la tribuna del Congreso que Andrea Levy «se calienta» con el podemita Miguel Vila y por ofrecerle su despacho para «entenderse» con él. Con la acción de Pablemos y la omisión de las feministas volvemos a la caverna.
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