Opinión
Asalto a las calles
Que Podemos no llegará jamás al poder está claro. O eso espero porque si errase en mi vaticinio o confundiera mis deseos con la realidad tengo entre cero y ninguna dudas de que debería ser el primero de los 46 millones de españoles en subirme a un avión y largarme al exilio en Miami. Pero no veo yo a la duodécima economía del mundo y a una democracia de tan alta calidad como la española yéndose por el sumidero de una dictadura a la venezolana. Los más conscientes no son Inda, Losantos, Herrera, Marhuenda y los pocos que desde un 600 luchamos contra una formación a la que la España oficial embadurna con barniz democrático presentándola como algo normal cuando en realidad son una anormalidad democrática, ética y estética si me apuran. Son los propios caudillos de la banda bolivariana los que no se cortan un pelo a la hora de confesar su impotencia admitiendo que el asalto a los cielos tendrá que esperar a la otra vida o a la siguiente de la siguiente. Su grado de analfabetismo, que es nivel Dios, tampoco les incapacita para razonar cual Juan Perogrullo: «España es un país centrado y nosotros estamos en el monte por culpa de Stalinillo [Pablo Iglesias]». Precisamente por eso Podemos intenta ahora ganar en la calle lo que jamás podrá obtener en las urnas. Además, qué quieren que les diga, exigir respeto a las reglas de juego democráticas a los títeres del asesino Maduro y a los trincones de Jamenei es como porfiar para que el olmo te suministre peras. Un imposible físico y metafísico. Que Podemos ha entrado en barrena no lo digo yo, lo aseveran de forma unánime todas las encuestas. Al punto que hasta el partido Ciudadanos les ha pegado el sorpasso que ellos vendieron en las elecciones del año 2015 y 2016 dando por muerto a un Partido Socialista que es mucho PSOE. Para recuperar la iniciativa se han puesto como objetivo ahora tomar la calle, por las buenas como en el caso de las pensiones o por las malas como aconteció anteanoche en el madrileño barrio de Lavapiés. Es la fórmula mágica que el amigo de los etarras, del matón Lanza, de los sátrapas bananeros y de los golpistas catalanes se ha sacado de la chistera para intentar recuperar el tiempo perdido. Ahora se trata de asaltar las calles. Los cielos se han convertido para ellos en un infinito agujero negro que ni el gran Sthepen Hawking deshollinaría.
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