Opinión
Prosperidad récord en España
El indicador más globalmente utilizado para medir la prosperidad de un país es la renta per cápita, es decir, la división entre el PIB y la población. Con esta fracción conocemos cuántos ingresos obtendría cada ciudadano si éstos se distribuyeran igualitariamente entre todos ellos. A mayores ingresos promedios, mayor calidad de vida: la renta per cápita correlaciona razonablemente bien con la felicidad, la salubridad, la alfabetización, el respeto al medio ambiente y demás variables que quepa considerar relevantes para una «buena vida».
Pues bien, en 2017, España alcanzó la mayor renta per cápita de toda su historia: 25.000 euros. Hasta el momento, la mayor renta per cápita la habíamos logrado en 2008, justo antes de que estallara la crisis. En aquel momento registramos unos ingresos por habitante de 24.374 euros. Es verdad que ambas cifras no son directamente comparables, dado que entre medias el coste de la vida ha aumentado, pero incluso comparando la renta per cápita en euros constantes (esto es, a un coste de vida constante), nuestros ingresos por persona en 2017 fueron superiores a los de 2008. Por consiguiente, España ya fue más rica en 2017 de lo que lo fue en 2008: en una década, y a pesar de la fortísima crisis, hemos logrado levantar cabeza y prosperar. Lo hemos hecho, además, con una crucial diferencia: nuestra renta per cápita de 2008 era insostenible al depender de una burbuja inmobiliaria; en cambio, nuestra renta per cápita de 2017 resulta perfectamente sostenible, puesto que hemos sido capaces de reinventar y de volver competitiva nuestra economía (por primera vez en democracia España crece por encima del 3%).
Por comunidades autónomas, sólo Andalucía, Asturias, Canarias, Cantabria y Castilla-La Mancha siguen siendo más pobres hoy que en el año 2008, incluso en términos de euros corrientes: convendría, por lo tanto, que los gobernantes de tales regiones se plantearan qué están haciendo mal –qué malas políticas están aplicando o qué buenas políticas están inaplicando– para que hayan fracasado donde el resto de las autonomías han triunfado. En todo caso, los demás tampoco deberíamos dormirnos en los laureles: es verdad que la transformación económica de España ha sido muy notable durante los últimos años, pero podemos y debemos hacerlo mucho mejor, sobre todo en lo referente al largo plazo. Baste para ello comparar el resultado dispar que, durante las últimas décadas, ha seguido nuestra economía con respecto a otra sociedad Europea: Irlanda.
En 1980, la renta per cápita de Irlanda era de 16.500 dólares internacionales (la unidad monetaria que usamos para comparar el poder adquisitivo de dos países distintos); ese mismo año, España registraba una renta per cápita de 18.300 dólares internacionales. Casi cuatro décadas después, la de Irlanda ha ascendido a 66.200 dólares internacionales, frente a los 34.800 de España.
Es decir, hemos pasado de ser ligeramente más ricos que Irlanda a ser mucho más pobres. ¿Por qué? Pues porque no hemos seguido sus mismas políticas: libertad económica e impuestos bajos. Todavía estamos a tiempo de emularlos.
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