Opinión
El declive británico
Gran Bretaña es un país en total descomposición y sólo es una cuestión de tiempo que termine siendo uno de los Estados más irrelevantes del planeta. La política exterior anglosajona no sólo es descabellada sino absolutamente ineficaz y conduce, en consecuencia, al empobrecimiento de sus propios ciudadanos. Tres cuestiones revelan el declive de la posición británica: primero, la decisión de abandonar la Unión Europea ha sido equivocada para ellos, pero, sin duda, es lo mejor que le ha podido pasar al resto de los Estados de la Unión y, sobre todo, representa un impulso decisivo para que se alcancen ahora cotas cada vez mayores de integración europea. La mejor manera de construir Europa es prescindir de los Gobiernos británicos y de las políticas que llevan a cabo. Sólo el mimetismo anglosajón les permite, por el momento, tener algún significado en la escena internacional.
Segundo, Gran Bretaña debería aprender de España en materia de democracia y de derechos humanos y mejorar sus instituciones. En particular, debería avanzar en términos de protección social y eliminar la profunda animadversión hacia las migraciones. El respeto a la diversidad tendría que asegurarse porque es un imperativo del actual ordenamiento jurídico internacional.
Por último, se avecinan tiempos de cambio y la comunidad internacional no acepta que un Estado, como Gran Bretaña, siga ocupando militarmente territorios de otros Estados. Sólo la ambición desmedida y la fuerza militar que todavía mantiene hacen que los Gobiernos británicos ocupen Malvinas y Gibraltar. Pero el fin se avecina y dentro de poco asistiremos al derrumbe de un Estado que no se sostiene en pie. Inglaterra sólo tiene una salida para ser plenamente aceptada en la comunidad internacional: el Gobierno británico debe pedir perdón a los pueblos que ha sometido históricamente y devolver, mediante indemnizaciones, los territorios que ocupa por el uso de la fuerza. Y, también, debe asegurar el principio de igualdad entre todos los seres humanos con independencia de su nacionalidad y garantizar, por ende, el disfrute para todos de un sistema verdaderamente democrático.
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