Opinión

Perdón

Dicen que el perdón es la asignatura más difícil de nuestras vidas. Sin embargo, yo creo que tiene tantos beneficios, y a tantos niveles, que no debería ser tan difícil de ejercitar.

Volviendo de Cáceres, donde tuve la oportunidad de participar en la «Semana de la Divina Misericordia» con un testimonio de perdón (vital para nuestra salud emocional en cualquier circunstancia), reflexionaba sobre ese gesto del que todo el mundo habla todavía hoy, una semana después. Sinceramente siento debilidad por la reina Sofía. Lo confieso. Ella que destaca por su sencillez, elegancia y dulzura, ha luchado siempre por el bien de España en general y de las personas más desfavorecidas en particular, desde un segundo plano dada su extrema discreción. También tengo mucho cariño a la reina Letizia, comprometida con las cuestiones sociales, es además, como se dice fuera de nuestro país, «una voz poderosa», venerada por la prensa británica como «la más glamourosa», consigue gracias a su preparación y gran capacidad comunicativa, contagiar una fuerza transformadora necesaria y vital que ha contribuido a reforzar el papel de la mujer. Que nada empañe que nuestra reina sea quien fascina, cada día más, por su implicación y excelencia.

Dicho esto, y dadas las múltiples y repetidas críticas, tengo un claro mensaje que trasladar: el juicio ata, pero el perdón libera. Y es que todo en la vida se reduce a dos grandes poderes que todos poseemos y todos podemos ejercitar: la esperanza y el perdón. Siempre hay que tener esperanza, ejemplo, en la salud, en que todo va a mejorar, en que el futuro será mejor que el presente... Y la clave de esa esperanza está en el perdón. Porque «perdonar es liberar un prisionero y descubrir que el único prisionero eras tú».

¿Quién no se equivoca alguna vez?

Como decía el papa Francisco: «No hay familia perfecta. Tenemos quejas de los demás. Decepcionamos unos a otros. Por eso, no hay matrimonio sano ni familia sana sin el ejercicio del perdón».

Necesitamos perdón. Y no culpa.