Opinión
Pedro Sánchez se equivoca: España no será Bulgaria
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, criticó recientemente el proyecto de Presupuestos Generales del Estado para el año 2018 con una aseveración tan peregrina como la siguiente: «Este gobierno está llevando a España a niveles de países como Bulgaria al establecer el gasto público en el 38% del PIB». La lógica del socialista es bien simple: cuanto más rico y próspero es un país, más gasto público tiende a exhibir; cuanto más pobre y subdesarrollado es un país, menor gasto público tiende a comprometer.
El razonamiento parece avalado firmemente por los datos. Si echamos una ojeada a Europa, comprobaremos que los países más ricos poseen unos niveles de desembolsos estatales bastante superiores a los de España. Frente al gasto del 41,6% del PIB que registró nuestro país a cierre de 2017, otras economías europeas, más ricas y prósperas, mostraron niveles de gasto superiores: así, por ejemplo, Suecia alcanzó el 47,6% del PIB; Austria, el 50,6%; Bélgica, el 52,6%; Dinamarca, el 53,6%; Finlandia, el 54,2%; y Francia, el 56,1%. Frente a ello, otros países europeos significativamente más pobres acumularon un tamaño del Estado menor al de España y al del resto de Europa: Rumania, el 34% del PIB; Lituania, el 34,2%; Bulgaria, el 35%; Letonia, el 37,3%; Malta, el 38,1%; y Chipre, el 38,6%.
Por consiguiente, Pedro Sánchez parece tener bastante razón, al menos en apariencia. Los países ricos tienen Estados grandes y los países pobres tienen Estados pequeños, de modo que si las políticas del PP nos acercaran a Estados pequeños nos estarían, a su vez, acercando a Estados pobres. El argumento del líder de los socialistas es, sin embargo, tramposo por cuatro razones.
Primero, correlación no implica causalidad. Aun cuando fuera cierto que los países ricos tienen Estados grandes, ello no significaría que los países son ricos por el hecho de tener Estados grandes. En este sentido, que el Gobierno del PP estuviera recortando el gasto público no tendría por qué implicar que nos estuviera acercando a los estándares de vida de países como Bulgaria.
Segundo, dentro de Europa también podemos encontrar ejemplos de países con un gasto público muy superior al de España y con una calidad de vida significativamente menor. Por ejemplo, Portugal con un gasto del 45% del PIB; Eslovenia con el 45,1%; Hungría con el 46,7%; Croacia con el 47,1%; y Grecia con el 49,8%. De hecho, dos de los países más ricos de Europa cargan con un tamaño del Estado ampliamente inferior al español: Suiza, con un 34,3% del PIB e Irlanda, con el 27,1%.
Tercero, una vez salimos del entorno europeo –claramente sesgado hacia un Estado de Bienestar sobredimensionado e ineficiente–, lo habitual no es que los países ricos cuenten con administraciones públicas más grandes sino más pequeñas que la española: ahí tenemos los ejemplos de Australia (36,7% del PIB); Japón (36,6%), Estados Unidos (35,7%); Nueva Zelanda (33,7%); Corea del Sur (21%); Singapur (19,1%); Hong Kong (18,4%); y Taiwán (17,5%).
Por último, el gasto público de España en 2007 –esto es, antes de que estallara la crisis y en pleno gobierno «progresista» de José Luis Rodríguez Zapatero– fue del 38,9% del PIB.
¿Significaba ello que el PSOE nos estaba acercando a Bulgaria? En absoluto: sólo significa que hoy, Pedro Sánchez, está usando la más burda de las demagogias para justificar la hipertrofia del sector público en su pobre labor de oposición. Ojalá el tamaño del Estado español no sólo descienda al 38% del PIB, sino mucho más abajo.
Unos presupuestos demasiado expansivos
Por mucho que al líder de los socialistas le encante repetir la infundada historieta de que la austeridad está matando de hambre a las administraciones públicas españolas, lo cierto es que el proyecto de presupuestos de 2018 presenta un crecimiento de los gastos estatales muy superior al que le convendría a nuestra economía. No en vano, y pese a la significativa reducción del déficit público durante los últimos años, todavía sufrimos un desequilibrio presupuestario del 3% del PIB. Todavía peor: nuestro endeudamiento público se mantiene estancado en el 98% del PIB desde hace varios ejercicios, cuando deberíamos estar aprovechando el actual ciclo expansivo para recortarlo con fuerza. O dicho de otro modo, en estos momentos deberíamos estar esforzándonos para amasar un superávit y, para ello, necesitaríamos de unos presupuestos mucho menos expansivos: necesitaríamos congelar el gasto público y no seguir aumentándolo, como acaba de hacer Montoro.
El PP, también contra Amazon
El Partido Popular quiere que el Congreso de los Diputados inste al Gobierno a modificar la fiscalidad de empresas como Amazon o Alibaba para así proteger al comercio minorista del avance de estas dos multinacionales. La medida es muy parecida a la que está proponiendo Donald Trump: perseguir a Amazon para evitar el declive del pequeño comercio. Ambas administraciones se equivocan. Quien debe decidir dónde comprar –juzgar qué plataforma, física u online, proporciona un mejor y más barato servicio– no es ningún gobierno, sino cada ciudadano. Cuando los Estados tratan de penalizar a las empresas eficientes para proteger a otras compañías ineficientes lo hacen perjudicando a los consumidores. No debemos cerrar el mercado español a firmas como Amazon, sino abrirlo totalmente para que puedan satisfacer del mejor modo posible las necesidades de los usuarios.
Guerra comercial
Los peores augurios de la política proteccionista de Trump comienzan a cumplirse. Incrementar los aranceles frente a terceros países tiene una primera víctima muy clara como son los consumidores nacionales: éstos se ven forzados a pagar precios mucho más altos para adquirir productos de mucha peor calidad, puesto que ven restringido su acceso a los mercados globales. Pero, más allá de este empobrecimiento inicial, el gran peligro de un rearme proteccionista es que desate una guerra comercial a gran escala, en la que otros países suben sus propios aranceles a modo de represalia y, a su vez, espolean nuevas subidas arancelarias entre aquellos que los incrementaron en primer lugar. Eso es lo que está sucediendo entre EE UU y China: el primero subió los aranceles y China respondió al ataque. Semejante locura debe terminar.
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