Opinión

La prueba diabólica de Rivera

Creo que fui el primero allende Cataluña que invitó a dar una conferencia a Albert Rivera. Corría 2006 y acababa de salir milagrosamente elegido diputado autonómico como cabeza de lista de un milagro hecho partido. Dos cosas me sorprendieron: su oratoria y un autocontrol sublime que le llevaba a no decir nunca una palabra de más, a no perpetrar ese pecado capital que para un político es meter la pata.

Bueno, y una tercera: que llevaba escolta. Su capacidad de convocatoria ya era notable: 800 personas abarrotaron el Meliá Victoria de Palma como si del quinto beatle se tratara. Aquel muchacho de 27 años es ahora casi un cuarentón que tiene más boletos que nadie en esa tómbola que son siempre unas generales. Si se deja llevar por la corriente sin arriesgar, sin hacer experimentos con champán, tirando estrictamente de manual y como mucho descorchando una gaseosa, triunfará porque los astros se han conjurado a su favor. El problema es que le ocurra antes de tiempo como a Aznar, que se cargó su legado por culpa de eso que él denominaba «decisiones geniales» y terminaron resultando disparates de marca mayor. Todo esto viene a cuento del órdago que ha echado al PP en Madrid a cuenta del máster de marras. Su todo o nada con Cifuentes es tan legítimo como éticamente impecable. El problema es que si el astuto Rajoy lo conduce hasta el precipicio y él termina digitando al socialista Gabilondo lo que se antojaba una jugada maestra puede convertirse en un bumerán letal.

El 80% de los potenciales votantes de Ciudadanos metía antes la papeleta del PP pero no es del PP, es gente que se autocalifica como de «derechas» o «centroderecha». Madrileños que lo último que quieren es ver en Sol a un socialista por muy amable que sea o parezca. Madrileños a los que no se les escapa que Gabilondo tendrá que apoyarse en los comunistas podemitas para gobernar. Porque, sólo con Ciudadanos, los números no salen. Rivera tiene ante sí lo que los juristas latinos bautizaron como probatio diabolica: demostrar que él no ha devuelto al poder a una izquierda que antes o después nos acribillará a impuestos. Un imposible físico y metafísico si Rajoy le aguanta el pulso. Más que nada, porque pondrá a huevo la frase que tanto ansía el PP: «Votar Ciudadanos es votar PSOE y Podemos».