Opinión

Rebelión

Leyendo la última novela de Laura Esquivel, me encuentro con una frase, referida a un personaje femenino de otro siglo, que me cala hondo: “... lo que más me sorprendía era saber que no se había casado porque tenía que cuidar a su mamá hasta la muerte”. Enseguida reflexiona la autora sobre la sumisión en el siglo XXI: “Las personas que pertenecen a organizaciones delictivas o a partidos políticos tienen que obedecer a sus dirigentes a riesgo de ser expulsados del grupo. La estructura piramidal sostiene todo tipo de organizaciones alrededor del globo. Los de arriba dictan las órdenes, y los de abajo obedecen.” Sí, compañera, así funciona el sistema.

La naturaleza, con sus seres vivos, sometidos a los intereses de los que creen que en el poder y en el dinero está la clave de la felicidad. Y son tantos. Nos han adoctrinado con su discurso incesante. Nos han convencido de que el que no comulga con el sistema será un miserable castigado a no gozar de ninguna de las fiestas que nos ofrecen. El insumiso no poseerá bienes materiales, ni aprecio social, ni siquiera será invitado a los bailes de la plaza pública.

El insumiso acabará en la calle o en el calabozo. O quizá, con mucha suerte, pueda gozar de una pensión no contributiva con la que pagar una pensión de mala muerte. En verdad, estamos tan manipulados que nos olvidamos del espíritu. O como decía Valle-Inclán, de ser como el pájaro que no mira desde la rama seca en la que canta. Porque, creo humildemente, que la sumisión no se puede vencer con la violencia. Solo con la creación. Solo urdiendo obras de ingenio, de arte o artesanía conseguiremos la rebelión.