Opinión
Diplomacia, así es
Las discrepancias que existen entre el Gobierno español y el Gobierno de Venezuela son profundas y bien conocidas. Las visiones de la política internacional de los dos Estados están muy encontradas. Pero las relaciones entre ambos Estados son necesariamente inevitables y absolutamente imprescindibles. Por esto se han reestablecido en poco tiempo las relaciones diplomáticas. La realidad internacional es así. Pueden existir contradicciones muy hondas entre los Estados, pero ello no impide que se mantengan relaciones diplomáticas y que, además, las controversias se resuelvan en un marco de colaboración. Todavía no existe un criterio de legitimidad democrática, aceptado plenamente por la comunidad internacional, como tampoco contamos con una pauta de legitimidad económica que obligue a los Estados a seguir una determinada política en este sentido. La posición actual de Estados Unidos, más favorable al proteccionismo que al libre comercio, así lo atestigua. Esto no debe implicar rupturas de relaciones diplomáticas ni tampoco enfrentamientos verbales entre los Estados.
La decisión de volver a la normalidad diplomática entre España y Venezuela es un avance, sin que ello suponga que cada uno de los Estados ceda o abandone sus posiciones básicas. Las relaciones internacionales deben guiarse por valores pero, también, por intereses. La sabia combinación de las dos cosas otorga a un Estado la capacidad de intervenir como actor sólido en la comunidad internacional. España y Venezuela comparten mucho y, sobre todo, los ciudadanos de los países se pueden ver perjudicados por decisiones políticas. Conviene llegar a acuerdos en todo lo que sea posible y, sobre todo, huir de posiciones radicales, al menos en el ámbito diplomático.
Es la hora del entendimiento. Nadie debe criticar que el presidente Trump pueda reunirse con el líder de Corea del Norte, Kim Jong Un, porque esto forma parte de la diplomacia internacional. Dejemos que, en el caso de Venezuela, la política internacional siga su curso con éste o con cualquier otro Gobierno en España. Eso sí, nuestros valores bien asentados, democracia y derechos humanos no deben cambiar, pero tampoco debemos modificar por capricho nuestros intereses.
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