Opinión

Seis inquietantes evidencias catalanas

Han pasado 144 días desde la última cita con las urnas en Cataluña. Elecciones convocadas por Rajoy en la confianza de que, además de certificar la defunción política de Puigdemont, brindarían la vuelta a la normalidad y descargarían a los hombros del Gobierno del duro peso que al parecer le supone la aplicación del «155». La cruda realidad en este lunes, casi 5 meses después, no parece corresponderse con esas cándidas previsiones. Con independencia de que hoy saldrá investido en la persona de Quim Torra un presidente al que se vaticina títere, interino, marioneta, nefasto para los intereses de los presos soberanistas o «más de lo mismo» designado por el mando a distancia de Puigdemont entre el elenco de «buenas piezas» del independentismo radical, tal vez proceda echar una ojeada a lo ocurrido tras el «21-D» a modo de somera evaluación y asumiendo que ahora se termina por desembocar en un nuevo escenario donde prevalecerá el funambulismo entre legalidad y tensión para mantener vivo el conflicto, que es de lo que se trata. Torrent-Torra, Torra-Torrent serán los encargados, uno en el Parlament y el otro en el Govern, de jugar con el Estado al ratón y al gato dosificando convenientemente unas gotas de supremacismo por acá y otras de victimismo por allá, con retirada táctica exclusivamente en lo relativo a las líneas rojas que señalan el camino hacia Soto o Estremera.

Esa ojeada pone en evidencia –entre otros– seis inquietantes síntomas que no dejan precisamente bien parado al llamado bloque constitucionalista. A saber, uno, mientras el «155» ha venido garantizando servicios y pagos de manera impecable, el soberanismo ha tenido, liberado de la «gestión», todo el margen para el enredo y toda la operatividad para el incremento de la internacionalización del problema. Dos, el constitucionalismo a la greña en Cataluña y sin un mínimo de unidad de acción. Mientras, el independentismo a lo suyo repartiéndose hasta carteras bajo la mesa. Tres, se ha mantenido incólume el sagrado órgano de propaganda de Tv3, «la nuestra». Cuatro, han sido Puigdemont y su guardia pretoriana quienes han manejado los tiempos hasta hoy mismo controlando además el botón que convocaría elecciones en unos meses. Cinco, en lugar de haber levantado hasta la última alfombra de detritus en la Generalitat, el constitucionalismo se ha pasado este tiempo dando la sensación de que el «155» le quemaba en las manos, como si quisiera deshacerse cuanto antes de un «arma del delito». Y seis, innegable el regocijo en las filas secesionistas ante «agarradas» como la última Rajoy-Rivera en el Congreso a propósito de Cataluña. Seis suspensos generales a los referentes actuales del constitucionalismo. Igual alguien se lo hace mirar.