
El buen salvaje
Rafaella en la Sixtina
Todo es mentira, pero ocurre como con el apagón o lo de Óscar Puente, que solo lo explica el Espíritu Santo
Es como el comienzo de «La gran belleza», aquella película de Sorrentino, solo que en lugar de «Far l’amore» suena «Rumore», también de Rafaella Carrá. Piensen en cómo sonaba la canción y lo imposible de dejar la cabeza quieta cuando reverberaban los primeros acordes. Nana, nananana... Esto es lo que se oye en la antesala de la Capilla Sixtina, rumores que pronto se convierten en noticia. Como nadie sabe realmente quién puede ser elegido Papa es lícita cualquier excusa para armar una teoría que encuentra acomodo en algún grupo encantado de recibir «información privilegiada». Todo es mentira, pero ocurre como con el apagón o lo de Óscar Puente, que solo lo explica el Espíritu Santo. Me he interesado por el rumor y tiene su explicación matemática. El chisme no es un algoritmo, sino una derivada, sí, yo también quedé asombrado como un ciervo ante una linterna; es un soneto, que es letra y número, además de música. El chisme es un ensayo de la tabla de multiplicar, pero para lo que estamos contando poco importa.
Que Rafaella Carrá entre en la Capilla Sixtina tiene mucho de felliniano, un gran católico que criticaba a la Iglesia. Qué maravilla ser de tradición católica estos días, por cierto. Roma es la Carrá y es Fellini, lo que intentó Sorrentino. El desfile de modelos para la Curia: monjas con cara de monjas como las de Belorado mirando a cámara, putas esperando a ver a la Virgen que también nos atraviesan. Ya lo decía Umbral, hay pocas creyentes como las putas. Mientras, lo que veníamos a decir, el rumor se extiende con la ansiedad de una serpiente a punto de morder la manzana. El rumor es el veneno que mueve el mundo y en el cónclave, que es misterio y duda, llena los cálices de las redacciones. No hay que creer nada, pero estamos en el momento, todavía, de las narraciones sin final, de los ríos que no desembocan. Entre el filipino y los africanos, las apuestas se acercan a anuncios de golosinas, probablemente políticamente incorrectas. No hagan caso. Hay que dejar equivocarse a la paloma.
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