Opinión

Locos por hablar

Pues sí, yo hablo bastante. Mi trabajo me lo permite: dirijo teatro, asisto a múltiples reuniones profesionales y vivo con dos criaturas, una humana y otra canina. Últimamente también hablo sola. Cosas de la edad, fallos de memoria. Dicen que la cosa dicha fija la idea en el cerebro. Puede que también nos hablemos para acompañarnos. Escuchar nuestra propia voz es un bálsamo cuando nos rodean tantos sonidos mecánicos y griterío. Nos alivia si no nos regañamos, que es bastante común. Yo de jovencilla me maltrataba mucho. Ya no, ahora me parloteo para darme ánimo y llamarme a mí misma cosas bonitas.

En público también hablo, pero con otros objetivos, sin duda. Así, globalmente, diríamos que parlamento porque me gusta ayudar. Enseño lo poco que sé de teatro a quienes quieren aprenderlo, busco a desamparados para darles un escenario en el que soñar y «asesoro» en alguna junta directiva; la edad te lleva por esos derroteros. Y en esos derroteros es donde más se habla por hablar. Más incluso que en los parques o en los bares. En estas reuniones en las que al final se vota, todos desean conferenciar, y largo.

Es curioso, porque a partir del tercero o cuarto orador el resto repite lo mismo pero con sus propias palabras. ¿No escuchó o es que quiere oírse? A veces, incluso, comienzan diciendo: «estoy de acuerdo con fulanito...» un fulanito que no ha abierto el pico. Increíble. En ocasiones es peor todavía. Ocurre que el que diserta no lo hace sobre el tema en cuestión, pero él sigue como si fuera a resolver los problemas del mundo. En fin, que no se qué ocurre para que hablemos todos como locos.