Opinión
Okupemos la casa de Pablo e Irene
Uno de los puntos más infantiloides del muy infantiloide programa de Podemos en las anteriores generales consistía en legalizar la okupación de viviendas desocupadas más de un año. Como quiera que es el contrato que ofertaron a los españoles en diciembre de 2015 y junio de 2016, hay que concluir que continúa vigente. Es más, hará cosa de un mes votaron «no» en el Congreso a una proposición de ley que aligera los trámites para echar al hijo de Satanás que ha invadido tu hogar o el inmueble que heredaste de tus padres. Los desalojos exprés son lo normal en toda Europa menos España, donde irrumpen y cambian la cerradura y se pueden aposentar años. Por no hablar de los pelín exagerados EEUU, país en el que tú irrumpes en un domicilio ajeno, el propietario te pega un tiro y no le pasa nada porque el derecho a la propiedad privada es sagrado.
Teniendo en cuenta que el casoplón de 726.000 euros, 270 metros cuadrados de superficie, 2.300 de parcela y piscina lleva más de un año sin inquilinos cabe colegir que cualquier español está legitimado para tirar la puerta abajo y quedarse una temporadita en coherente aplicación de la doctrina pablista-eclesiástica. Genial, por cierto, la pancarta que ayer colocaron las Juventudes de Vox en dos de los 350 metros de perímetro del chabolo: «¡Welcome refugees y ocupas!». Otra opción menos traumática para la pareja es que despejen 200 de los 270 metros cuadrados habitables y los cedan a sin papeles.
A uno por cada diez metros cuadrados caben 20. Así practicarían esa solidaridad que tanto predican. Purita matemática como purita matemática son los números de la vivienda, que no le saldrían ni al mismísimo Jesús Gil redivivo. Ni ese chaletazo cuesta 726.000 euros en A, ni a ningún ciudadano normal le conceden una hipoteca con un diferencial del 0,50%, menos aún el 90% del importe total. Pero ése es otro cantar. Entre tanto, me pregunto si las personas necesitadas o los jetas de la vida tienen derecho a okupar la casaza de los Ceaucescu podemitas. Y mi respuesta es exactamente la misma que antes del miércoles pasado, cuando Okdiario publicó la exclusiva del casoplón: «No». Porque no soy un incoherente, ni un mentiroso, ni un jeta, ni tengo cuentas en Granadinas. Sin propiedad privada no hay democracia y sin democracia no hay propiedad privada.
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