Opinión
Retos del nuevo presidente
Albert Rivera y su equipo en Ciudadanos llegaron a pensar que el desgaste permanente del Gobierno no tendría nunca el menor coste para ellos. Sólo traía beneficios, es decir votos a espuertas. Así que a fuerza de debilitarlo acabaron por poner en bandeja a la oposición la oportunidad de una unión sagrada para «echar a Rajoy». Así es como el PSOE ha conseguido derribar el Gobierno, cerrar el paso a la nueva derecha, es decir a Ciudadanos, y liderar, con Pedro Sánchez a la cabeza, la regeneración, por fin cumplida tras el duelo a tres bandas de los nuevos políticos. Ahora Podemos está en el lugar de Ciudadanos y se dispone a someter a los socialistas al mismo tratamiento. Este será el primer reto de Sánchez, que ya el viernes se encontró con el veto de los presupuestos por Podemos en el Senado. El veto es simbólico y no llegará a nada. Abre, sin embargo, la guerra propagandística, que es como Podemos, al igual que Ciudadanos, concibe la acción política. Sánchez necesitará paciencia, mano izquierda y capacidad de acotar un terreno de juego meramente simbólico, sin tocar nada de lo fundamental. No es el mejor espacio para un gobierno. Menos aún cuando el propio Sánchez, el caudillo regenerador, va a ver sometido a su propio partido a un calvario judicial como aquel por el que ha pasado el PP. ¿Hasta dónde estará dispuesto Sánchez a llegar para satisfacer las ansias de purificación de sus socios? En juego estarán, en primer lugar, los presupuestos aprobados bajo el Gobierno de Rajoy. Son los primeros presupuestos expansivos después de la crisis. En muchos otros países europeos, habrían sido los presupuestos del consenso, en particular si el país entero se enfrenta a una crisis nacional como la del nacionalismo catalán. Aquí no ha sido así, pero se da la paradoja de que van a ser vitales para la continuidad en el poder de un partido que los ha atacado como antisociales. Los presupuestos no tienen nada de antisociales, claro está, pero Podemos y sus amigos no lo van a reconocer nunca. Así que Sánchez se verá en la tesitura delicada de cumplir con un instrumento que, además, es su mejor baza para demostrar ante la Unión Europea su voluntad de seguir siendo un socio fiable. Los presupuestos son la clave de la política económica y social del gobierno. La reforma laboral ha sido la base de un cambio muy profundo en la sociedad española. Hoy nadie sabe hasta dónde puede llegar la creación de empleo, antes muy difícil. A pesar de las cifras espectaculares, el equilibrio que las sostiene es frágil y reciente. Sánchez se va a ver obligado a emprender algún tipo de cambio, aun sabiendo que en este terreno los resultados se miden muy rápido, demasiado. Aquí el reto consiste en poner en marcha una contrarreforma que no reduzca el ritmo de creación de puestos de trabajo, 500.000 al año. Habrá que ver si los gestos simbólicos, o puramente políticos, como devolver algo de poder a los sindicatos, son suficientes. El otro gran reto del nuevo Gobierno socialista y primero regeneracionista consiste, claro está, en gestionar la situación catalana. Se trata de no poner en cuestión la unidad nacional pero, también, de dar satisfacción a unas demandas nacionalistas abiertamente independentistas.
Sánchez ha demostrado una audacia estratégica que lleva a pensar que se cree en condiciones de articular algo más, una solución definitiva al problema. Esta actitud puede abrir vías inéditas, aunque se enfrenta a otras no menos visionarias: la de los nacionalistas, por una parte, y la de los que imaginan una nueva España a la medida de su sueño revolucionario y republicano, como son los aliados populistas. Además, el nuevo presidente se enfrenta aquí a su propio partido, que no siempre comparte la intrepidez entre zapaterista y podemita de su secretario general. Bien es verdad que Sánchez ya no tiene miedo de sus adversarios internos. Un indicio de cómo se dispone a afrontar la endiablada situación en la que él mismo se ha colocado será ver cómo trata a quienes lo humillaron ante la opinión pública en un pasado no muy lejano. Veremos cuánto tiempo resiste la Unión Sagrada.
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