Opinión

El irredento activista

Joaquim Torra todavía no se ha enterado de que es presidente de la Generalitat, aunque sea sólo cuando Puigdemont le deja. Sigue pensando que es un avezado activista independentista. Así se mostró en Washington cuando en su discurso habló de represión del idioma y del estado de emergencia que sufren los catalanes, amén de cantar Els Segadors. Todo activista suele ser irredento y no acepta críticas, y como tal, el señor Torra se «ofendió sobremanera» cuando el embajador Pedro Morenés se limitó a ponerle los puntos sobre las íes. Iracundo abandonó la sala, seguido de sus «hooligans» invitados de la Generalitat al evento, y juntos boicotearon el acto pidiendo la libertad de los políticos presos. Una vez acabada la «performance», henchido de orgullo y satisfacción, intentó volver a la sala. Se llevó un chasco. No le dejaron pasar los guardias de seguridad. Le acusaron de protagonizar un altercado y se quedó en la calle. Seguramente no es consciente de ser ridículo y de hacer el ridículo. No supo estar a la altura en su discurso ni escuchando el discurso del embajador de España, al que le pide la dimisión por sus insultos. Ufano sigue insistiendo en la agresión a Cataluña y avisa al presidente Sánchez de que le pedirá el día 9 un referéndum pactado. Algo ha cambiado el activista presidente. En 2016 decía que «hay gente para todo. Hay gente que cree en el referéndum pactado con España y otros en la leyenda del peix Nicolau», un ser mitológico mitad humano y mitad pez. Después de escuchar a Pedro Sánchez que le ha dicho que nones al referéndum pactado, está claro que el activista presidente cree en el peix Nicolau. Por Cataluña y los catalanes, incluidos los independentistas, haría bien en dar un paso al lado, y bien largo.