Opinión

Acoso y desprecio

He leído unas declaraciones del biólogo Francisco Ayala, obligado a dimitir de la Universidad de California por acoso a sus compañeras, donde se defiende diciendo que lamenta que su comportamiento de caballero incomodara a sus denunciantes. Es lamentable, sí, pero muy común en los caballeros machistas y acosadores. Si una mujer, aunque sea catedrática del saber, no acepta su juego baboso, se la desprecia.

En el mundo del arte ocurre igual que en el de la ciencia. El porcentaje de mujeres creadoras es reducidísimo, alrededor de un veinte por ciento del total. En el teatro, lugar de vieja mala reputación, las actrices o eran putas o tontas. Y, perdonen, pero es todo lo contrario. Las verdaderas actrices son mujeres con una grandeza física y moral de hierro, con trabajo extenuante y elevadísimo.

Sin embargo, el riesgo de acoso, por falta de cobertura y protección laboral y legal, hace que haya más peligro de acoso y desprecio. Y no solo contra las actrices; las directoras, las coreógrafas, las escenógrafas, las técnicas, las dramaturgas... también lo sufrimos.

La falta de respeto que ciertos hombres tienen por sus compañeras, les hace seguir infravalorándonos y, con su sentimiento de superioridad, pensar que pueden actuar como les plazca. Les cuento: yo comencé a escribir teatro muy pronto y he vivido acoso por parte de productores, autores, críticos... Pero si hay algo que me dolió en el alma fue lo que me ocurrió cuando, a mis veintinueve años, me concedieron el premio Tirso de Molina de literatura dramática. Aunque no pueden creerlo, al día siguiente la famosa revista Interviú me ofreció una portada en topless a cambio de una jugosa cantidad de dinero. ¿No es acoso y desprecio?