Opinión

Nota

Antes, un 5 significaba «Aprobado». Antaño, incluso se bajó el baremo y bastaba un 4’5 para pasar curso, temario, asignatura o lo que fuera. De manera que el 5 llegó a convertirse en una buena nota, en una nota respetable (por lo menos, eso era para mí en la asignatura de Gimnasia). Contaba además con un extra de esfuerzo: un 0’5, para ser exactos, por encima del «Suficiente pelado». Pero los tiempos han cambiado, de forma estrambótica, y ahora hay que calificarlo todo con 10 para conseguir el «Aprobado». ¿Qué ha pasado entre medias? ¿Me he perdido algo...? ¡Se ha duplicado la nota necesaria para el «Aprobadillo» y no sabemos a qué obedecen los cambios! La dichosa manía de que todos le pongamos nota a todo..., tiene mucha culpa. Antaño, pocas cosas se evaluaban. Hogaño, nada escapa a la calificación que, por cierto, puede ser cruel, interesada, a veces manipulada, puramente emocional, no veraz, y desde luego, no siempre objetiva. Hasta en mi familia están empezando a ponerle notas a todo. ¿Este cocido? Un 7. ¿El paseo con el abuelo? Un 9’5. ¿La sesión familiar de cine? Un 1, bodrio total... Todo se examina. Cinco estrellas era la máxima calificación de un hotel. Hoy es lo mínimo que se le puede poner a un restaurante si no queremos ahuyentar a la clientela. La calificación más «baja» tolerable habría sido considerada antiguamente como «altísima». ¿La gente es ahora más exigente? ¿Qué está pasando? ¿Ha aumentado la excelencia, o más bien ha bajado su nivel hasta desaparecer? ¿Sigue existiendo la exquisitez, es compatible con la masificación brutal y absoluta de nuestros tiempos?

El técnico que instala el adsl en casa me advierte: «Cuando la llamen para que califique mis servicios, póngame un 10. Si me pone menos, me acabarán echando. 10 es lo mínimo». Pero, ¡¿cómo va a ser lo «mínimo» el 10, si es la «máxima» nota con que puedo calificarlo?! ¿Desde cuándo lo máximo se ha convertido en lo mínimo? Sospecho que estos cambios drásticos en los índices y escalas sobre lo bueno y lo malo tienen que ver, sobre todo, con la desaparición de la excelencia; la democrática masificación absoluta del consumo ha acabado con lo superior, refinado, distinguido y... sobresaliente: ergo, un 10 ahora es un 5. Raspado.