Opinión

Heteropatriarcada

Me alegra y fascina que Rita Maestre, la gran enemiga del heteropatriarcado se heteropatriarque. Lo hará con más modestia y límite de gasto que el comunista Garzón, el estalinista ejemplar que rompió en cenutrio neozalendés. Rita, que viene de familia de devoción y orden y según sus palabras «acompañó a sus abuelas millones de veces a Misa», contrae matrimonio por lo civil con un escritor de escaso número de lectores, que no quiere decir nada. Rita, que superó sus bravuconadas de juventud y dejó de desear públicamente que los católicos ardieran como en el 36, también abandonó a su novio Errejón. Y después de tres años de discreto pasar se nos heteropatriarca con el incisivo literato.

Se ignora el lugar contratado para el viaje de novios. Entre Lourdes, localidad elegida por Sabino Arana para conseguir el milagro de que al fin, la cosa le creciera un poquito, y Nueva Zelanda, donde el comunista Garzón disfrutó «como todos los españoles» de un mes de dulces amaneceres en las antípodas, el abanico de posibilidades no entraría, por sus dimensiones, ni en el baúl de doña Concha Piquer. Tengo por seguro que, a pesar de sus extralimitaciones juveniles, Rita Maestre es notablemente menos majadera que Garzón, y que sabrá elegir con su amor literario un lugar discreto y apartado de casuales encuentros con reporteros del corazón periodístico. Tengo para mí, y no renuncio a la tenencia, que de las chicas originales de Podemos, Rita Maestre es la que recibió en su infancia una educación más esmerada y pulida, y unas lecciones de principios y valores que, si bien olvidados o despreciados por infecciones ideológicas, aún persisten adormilados en los aledaños de su magín.

No obstante, resulta curiosa la disminución de la temperatura febril de estas simpáticas gentes de las izquierdas hispanoestalinistas. Todos acaban pasando por el aro, o lo que es igual, por el anillo, bendecido o no. A la española, desde tiempo inmemorial, lo que más le ha tranquilizado su visión del porvenir es la boda. Subyace un pudor religioso en sus entrañas. Está bien la vida compartida, la pareja de hecho, y el compañerismo de lecho. Pero al cabo del tiempo, casi siempre ella, termina pidiendo boda. Y aunque no me parezcan naturales, acepto toda suerte de bodas, incluida la que está en curso de ser autorizada en Vic. Doña Gemma Fermentell de Currás ha solicitado a su elegante alcalde o alcaldesa, poder cumplir su sueño, que no es otro que contraer matrimonio por lo civil con su gato, don Micifú Lacis y Torra de Torrot, que para colmo de alegrías, nació en Cataluña. Un gato catalán que recibió los apellidos de su primer propietario y que no merece ser confundido con los gatos callejeros o peor aún, charnegos, que algún día se tendrán que ir.

Me alegra y fascina el ímpetu heteropatriarcal que empuja hacia la serenidad a las adversarias de los que se heteropatriarcan. Todo se presume, en unos pocos, burgués y placentero. El viaje de novios de Garzón, el derroche de dinero público de Sánchez, los enchufes de Begoña, el chalé piscinero de los Iglesias, las especulaciones con pisos de protección oficial, las becas fraudulentas y las carísimas sillas de gorra, y demás delicias atribuidas de siempre a los placeres y posibilidades de las llamadas derechas. Semanas atrás, Sánchez por acudir a una gamberrada, dejó tiritando un depósito de queroseno del Ejército del Aire, y ordenó la adquisición de 50 kilogramos de langostinos recién pescados para agasajar a la Merkel, cuya alergia a los mariscos está pluricanalizada en segmentos, como dice la sabia licenciada en África del Instituto de Empresa. Bienvenidos a los placeres mundanos que siempre envidiásteis. Y bienhallados en los predios del heteropatriarcado y el sereno atardecer que se avecina.

Le mando el regalo al Ayuntamiento, doña Rita. Espero que le guste. Y le deseo honda felicidad.